Un salto hacia delante
Cerramos un año más bajo el signo de la precariedad. Precaria es la historia de los hombres que avanzan a tientas en la penumbra. Los romanos pensaban que para disolver esa angustia necesitaban de la plegaria, de la oración. Se diría que ningún suelo es firme. De Rajoy a Sánchez, la política española palpita agitada por un mar de fondo que amenaza con corroer los cimientos de la democracia.
Cerramos un año más bajo el signo de la precariedad. Precaria es la historia de los hombres que avanzan a tientas en la penumbra. Los romanos pensaban que para disolver esa angustia necesitaban de la plegaria, de la oración. Se diría que ningún suelo es firme. De Rajoy a Sánchez, la política española palpita agitada por un mar de fondo que amenaza con corroer los cimientos de la democracia. Si el miedo y la ira son los factores principales que mueven al populismo, no hay que pensar que ahora vaya a ser distinto: habrá miedo al futuro e ira hacia el presente. Cuando ambas emociones se entrecruzan se fragua una peligrosa ruptura en el orden de la legitimidad.
Rajoy enfrentaba esta incertidumbre con el inmovilismo, gracias a esa fe que el conservador mantiene en su relación con el tiempo: nada es tan grave como parece, nada tan positivo. Sánchez, en cambio, encara esa misma realidad con el ansia del aventurero. Es una cuestión de carácter más que de ideología. Rajoy seguramente recita en su fuero interno el viejo himno newmaniano “Lead, Kindly Light”, pidiendo sólo la luz suficiente para dar un paso más en el camino. Sánchez, por su parte, se siente llamado a adentrarse en lo ignoto, confiando en lo que Maquiavelo denominaba virtù. Fue esa capacidad de reinventarse continuamente la que le sirvió para recuperar el control del PSOE tras haberlo perdido y asaltar a continuación la Moncloa por medio de alianzas que eran inverosímiles. Mientras Rajoy anhelaba la estabilidad de un tiempo ya extinto, Sánchez se siente cómodo avanzando por angostos desfiladeros y asumiendo riesgos ante lo desconocido.
Cataluña nos ofrece el último episodio en la larga carrera de saltos hacia adelante que definen al presidente. Que su destino sea o no el de las horcas caudinas depende de circunstancias que no puede controlar. Cataluña fue la tumba del PSOE andaluz y ahora puede serlo también en el resto de comunidades. La lógica política que traslucen las decisiones de Sánchez inquieta a muchos de los barones socialistas, que temen un tsunami autonómico. O quizás no. La fortuna sonríe a los audaces, sostiene un conocido adagio latino. Pero los adagios sólo dan la razón a posteriori. La condición ineludible de la historia y del hombre es su dolorosa precariedad.