Partidos por el eje
El análisis a grandes rasgos es ya un lugar común. Al margen de la oposición izquierda-derecha, el gran eje de nuestro debate político es el que viene marcado por la oposición entre partidos del sistema (reformistas, moderados, liberales, globalistas-europeístas) y los partidos contra el sistema (populistas, anti-élites, radicales, eurocríticos, identitarios). Dicho de otro modo: macronismo-bannonismo.
El análisis a grandes rasgos es ya un lugar común. Al margen de la oposición izquierda-derecha, el gran eje de nuestro debate político es el que viene marcado por la oposición entre partidos del sistema (reformistas, moderados, liberales, globalistas-europeístas) y los partidos contra el sistema (populistas, anti-élites, radicales, eurocríticos, identitarios). Dicho de otro modo: macronismo-bannonismo.
El hecho diferencial hispano es que el polo anti-sistema nació en la izquierda y está dividido entre extrema izquierda y derecha extrema, a nivel nacional; y entre populismo identitario españolista y populismos centrífugos. Esto último ha dado lugar a un tercer eje de particular potencia: el nacional. Este eje es capaz de reactivar la tensión izquierda-derecha, como han demostrado las elecciones andaluzas, pero también empieza a favorecer a las posiciones bannonistas.
Los grandes partidos, que se definían por sus posiciones de centro-izquierda y centro-derecha, están partidos por este nuevo eje: el de la tensión entre la defensa del sistema y lo anti-sistema. El socialismo europeo y español, fue el primero en escindirse entre su alma anti-capitalista y radical, y su alma (¿alma?) social-demócrata; tan bien representadas las dos caras de una misma persona, Pedro Sánchez. El Partido Popular, como otras formaciones conservadoras europeas, se encuentra ahora oscilando entre el preservadurismo responsable y la retórica bronca, a la que recurre para no ser desplazado por los movimientos identitarios iliberales.
Pero no son los únicos partidos por el eje.
Podemos sigue en su escisión interna entre quienes –como Iglesias– llaman a la movilización antifascista, es decir, excitando el eje izquierda-derecha; y quienes –como Errejón– pretenden ser el paraguas transversal de todo el populismo.
Ciudadanos, que encarna el macronismo en España, en realidad ha crecido apoyado en el eje nacional y territorial, en el cual “suma con las derechas”. Por eso, pendula entre presentarse como la formación moderada capaz de gobernar desde un centro izquierda pro sistema y liberal, por un lado; y, por otro, ser el partido de la bandera de España.
Los resultados de las elecciones andaluzas se leyeron casi unánimemente en la clave clásica de izquierda y derecha. Que dejaban en una estupenda –aunque frágil- posición al PP de Pablo Casado, liderando un tripartido de centro-derecha. Pero ha habido una alteración del terreno de juego, causada por la estrategia de Vox de condicionar su voto a un tema, la violencia de género, en el que pone la proa a la ortodoxia progresista del sistema (además de reflejar moralidades conservadoras).
Las posiciones inamovibles de Ciudadanos y de Vox responden a que a ellos les interesa que, en este año electoral, la política se polarice en el eje macronismo-bannonismo, del que son las marcas locales. Este va a ser el relato que va a configurar la opinión pública europea hasta mayo. Macron ya ha intervenido en contra de Vox, para hacer esto más evidente. Ahora solo falta que haga declaraciones el ex-asesor de Trump o sus corifeos.
En esta línea, es razonable que los de naranja reenmarquen la formación de gobierno en términos de regeneración, y no de izquierdas y derechas. Y que se presenten como los que se oponen a cualquier trato con los de Santi Abascal. A ambos partidos les interesa que esta tensión entre liberales y populistas sea el relato central de estos meses. Ahora bien, en este juego, a Vox le será fácil robarle la bandera patriótica a Ciudadanos de cara a las próximas elecciones. Sobre todo, si los de Rivera insisten en marcar equidistancias entre Arnaldo Otegui y Ortega Lara, entre Torra y Ortega Smith. Porque Vox está claramente situado en los tres ejes que hemos mencionado: es la única formación que no se ve tensionada por esas polarizaciones.
Al PP, por su parte, le interesa activar y liderar el eje derecha-izquierda, en el que aspira a ocupar una posición de liderazgo estructurante. Para los de Casado es desesperadamente importante que funcione el tripartito. Aún así, Vox le ha robado la bandera patriótica, y la iniciativa ideológica (el género). Los de Casado tendrán que inventarse algo. A estas alturas de la película, el eje «liberal v. socialista» (en asuntos económicos) ya no tiene tracción suficiente para definir el voto. Quizá si la economía se resintiera a corto plazo, desde el PP podrían presentarse con algo de rédito como lo que siempre han sido: buenos gestores garantes de la estabilidad y el crecimiento. Pero ese es un perfil que no está especialmente subrayado en el nuevo Génova 13. Y tendrían que disparse las alarmas económicas para recuperar ese protagonismo.
De lo contrario, el centro-derecha tripartito puede quedar partido por el eje.