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Candidatos y limpiadoras: ¿guerra de sexos?

«Los riesgos de asumir la colectivización de la lucha feminista y su taxonomía en función del sexo no contribuye a mitigar las desigualdades»

Opinión
  • Laura Fàbregas (Barcelona, 1987) se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus primeros pasos en el periodismo los dio en Catalunya Ràdio, cubriendo la información política desde Madrid. También trabajó en la corresponsalía de Roma de la emisora radiofónica Cadena Ser, y posteriormente estuvo cinco años trabajando para la delegación catalana de El Español hasta incorporarse en la sección de Nacional, donde abarcó la actualidad del Gobierno. Su última etapa antes de desembarcar en The Objective fue en Vozpópuli como redactora de política.

Que las redes sociales han contribuido a aumentar el nivel de cuñadismo del periodismo se observa cuando líderes de opinión en esta realidad ficticia que es Twitter sucumben ante la fuerza de una imagen sin preguntarse qué hay de cierto en ello y si el montaje puede resultar falaz. Lo hemos visto con la foto del predebate electoral en Televisión Española donde dos mujeres de la limpieza sacaban brilló al plató ante cuatro líderes políticos y sus asesores, la mayoría de ellos hombres. El Confidencial ha hecho su trabajo, ha llamado a la cadena pública y ha hablado con las presuntas víctimas del sistema heteropatriarcal. ¿Y qué es lo que han confirmado? Pues que la limpiadora sin uniforme “no había pasado una mopa en 10 años”. Entre los oprimidos también hay clases.

La nueva icono del feminismo victimista es, en realidad, la encargada de decidir las vacaciones del resto de trabajadoras. Y por lo que relatan, se trata de una jefa “nada empática” y que ese día quiso acreditarse para la ocasión. Lo más sorprendente de ello es que el que le tocaba limpiar en su lugar era un trabajador de sexo masculino. Pero la foto, con un hombre limpiando, habría roto el relato.

Los riesgos de asumir la colectivización de la lucha feminista y su taxonomía en función del sexo no contribuye a mitigar las desigualdades. ¿Alguien se preguntó por los chóferes –presupongo de sexo masculino– que acompañaron a los cuatro candidatos a la presidencia hasta el plató? ¿O el hecho de que la televisión que acogía el debate esté bajo la dirección femenina de Rosa María Mateo?

Mientras estas mujeres limpiaban al calor de un plató, otros compañeros suyos, igual de subalternos, recogían con sus camiones y casa por casa la basura que dejamos al terminar la jornada laboral. Quizás es verdad que algunos de estas limpiadoras o de estos chóferes y basureros aspiran a llegar a La Moncloa. Y probablemente que, de entre estos, las mujeres se enfrentan a más obstáculos para alcanzarlo. Pero no es una guerra de sexos en que ellas estén al servicio de estos cuatro candidatos. En todo caso lo están de Rosa María Mateo.