Diario de campaña (rupturista)
¿Mayor rédito la política espectáculo? Ha funcionado, pero no significa que sea la tendencia definitiva
Tengo el privilegio en estas elecciones de estar junto a varios candidatos, de construir su mensaje y buscar el alma a unos proyectos que esta semana llegan a su culmen. A partir del lunes, este trabajo se verá recompensado –o no– cumpliendo su objetivo: beneficiar al ciudadano. Ha sido un cambio brusco. De sacar punta como periodista a todo lo que un candidato dice y hace a evitar que otros hagan lo mismo con la persona que estás llevando. A mirar los platos desde la cocina y no a mesa puesta.
El candidato es la persona más frágil de todo el equipo. Es el que da la cara en los buenos momentos y también en los malos. Por eso en lugar de consultores, muchas veces hacemos de psicólogos. No todos los candidatos llevan años en política y saben desenvolverse delante de una cámara. Ese retrato pudo servir el 28A, pero no es aplicable en las numerosas provincias, ciudades y localidades que se juegan el gobierno este domingo.
Muchos son grandes profesionales en otros campos que ayudan a su partido en aspectos técnicos del día a día y que, por decisión propia o de los suyos, se ven encabezando el proyecto. Es aquí donde juegan un papel importante el carisma, la capacidad de transmitir y el apoyo de los suyos a la hora de ejecutar el trabajo de campo.
Colin Powell dijo que los grandes líderes son “casi siempre grandes simplificadores que pueden hacerse hueco entre discusiones, debates y dudas para ofrecer una solución que todo el mundo puede entender”. En este caso, se trata de formar a una persona que no tiene ni idea de cómo funciona ser candidato y, como no lo saben, muchas veces aportan ideas frescas a la par que ocurrencias que debes desechar de inmediato.
Una mirada bastó para saber que no estaba preparado para el debate. “Los ojos, chico, nunca mienten”, dice Al Pacino en El precio del poder. Y es que muchas veces, una mirada comunica más que una sonrisa. Terminas conociendo a la persona más que al político y sabes cuándo una frase va a sonar muy impostada si sale de su boca. No les entra en la cabeza que, en muchos casos y situaciones, hay que innovar. Ya no vale la política que han hecho sus antecesores porque los tiempos cambian y la sociedad con ellos. Los escenarios políticos actuales no se crean desde la alternancia –PP y PSOE– sino desde las alternativas -multipartidismo-.
Estrategias hay muchas. Liderazgo fuerte. Quítate la corbata. Vamos a despolitizar el mensaje. Generalizar. Se trata de asemejar los discursos. Homogeneizar las propuestas de campaña y el programa de gobierno, de manera que todo el mundo esté de acuerdo. Algo así como la paz en el mundo. Y si ya quitas las siglas del partido, muchos vecinos se verán tentados a informarse dejando a un lado su ideología. Estilo personalista y vacío de contenido. Lo que vende es el centro.
Es posible otra política. La que demandan los ciudadanos activos. Más propuestas concretas, más gestión y menos farándula. Eso déjaselo a los que buscan los memes y aparecer en las dos pantallas: la televisión y las redes sociales. ¿Mayor rédito la política espectáculo? Ha funcionado, pero no significa que sea la tendencia definitiva. Las redes sociales tienen el peligro de hacerte creer en la burbuja. Díganselo a Vox.
El mensaje del miedo sigue triunfando en España: o la derecha o yo. Sin embargo, el “si tú dices una cosa, yo diré la contraria” tiene los días contados. Algo así intentó Díaz Ayuso con los atascos para neutralizar el Madrid Central de Carmena. No le salió. Al que no le ha ido mal es a su pareja política: Martínez-Almeida. Se grabó intentando borrar un grafiti, cuando las redes dijeron en memes que le sacaba brillo. El candidato popular ya se ha hecho con más seguidores interesados en saber lo que dice y hace en la última semana de campaña. Que se hable de mí, aunque sea mal. No es lo óptimo, pero sucede.
Se busca hacer una política donde los ciudadanos se identifiquen en sus necesidades básicas con el líder. Que el candidato predique con el ejemplo, que su vida se ajuste al relato que vende. El gran fallo de Pablo Iglesias. No supo explicar su ascenso de Vallecas a Galapagar. Se convirtió en “casta”, aquello que juró eliminar. ¿El resultado? Desilusión y desmovilización del electorado fiel.
Si a esto se suma el penalti y expulsión entre las “dos almas” del partido, obtendrán un movimiento Mas Madrid donde dos actores –Íñigo y Manuela– se necesitan para concentrar al votante mayor y al joven en un mismo partido. Se sirven de ingenio –al más puro estilo Juego de Tronos– para trolear a la Junta Electoral Central y que medio Malasaña cuelgue su bandera en el balcón. A falta de farolas, balcones. Recuerden, innovar.
La guinda del pastel viene cuando se sirven de Instagram, red millennial por excelencia, para convencerles de que cambien el nombre del wifi de sus casa por el del partido con un mensaje de apoyo. Sí, está pasando en Madrid y hay ciudadanos que lo están haciendo. Esta es la política que está llegando a la calle. Llámenle campaña rupturista o como gusten. Las encuestas dice que funciona, veremos si también las urnas.