Curso urgente de comunicación política
«Las madres entienden perfectamente las nuevas condiciones de juego: si logran tener hijos, siempre con cuidado de no casarse, el Estado les premiará con ayudas»
Ahora que tenemos cinco partidos de ámbito nacional para entretener nuestras horas muertas con sus mensajes, considero urgente compartir unas ideas básicas sobre en qué consiste la comunicación política, en un apresurado curso.
Si el lector cree que podríamos economizar las palabras utilizando sólo una, “mentir”, en lugar de dos, me veo en la obligación de advertirle que la “comunicación política” es un arte más sutil que decir a sabiendas lo contrario de la verdad. Quizá porque la verdad es una, lo cual implica que sus alternativas son innumerables, y la posibilidad de trabajar sobre ellas supone la promesa de embarcarse en un mundo proceloso y apasionante. Esto abre un campo amplísimo que desborda necesariamente el ámbito de este breve curso.
De modo que voy a limitarme a los puntos de vista implicados en este cruce de mensajes, y para ello lo mejor es poner un ejemplo. Empecemos por la perspectiva de la política y la prensa, hendíasis del poder, simbiosis parasitaria, binomio antisocial, hechas en la prensa algunas excepciones.
El Gobierno aprueba una ayuda a las madres solteras, para aliviar la situación de algunas personas que se encuentran en esa tesitura, y para las que perder la división del trabajo familiar supone asumir una carga enorme.
Los medios de comunicación hacen su parte. Recogen la medida del gobierno y la explican. Los reportajes muestran la lacerante situación de ciertas madres, que tienen que realizar esfuerzos al límite de lo humano para sacar adelante a sus hijos, pues el padre se ha desentendido de la familia. Una prensa plañidera con esas madres y claque del gobierno, prepara a la sociedad para la adopción de las nuevas ayudas.
El reclamo del dinero público es muy poderoso, y si el poder lo suelta es para ganar apoyos políticos. De modo que se crea una miríada de asociaciones que realizan la labor de elevar la conciencia social, reforzar el mensaje de que el gobierno necesita más poder y más dinero para cumplir objetivos sociales como la atención a las madres solteras. Su labor se filtra por toda la sociedad: vigila lo que los medios de comunicación pueden o no decir, crean simposios y libros, se filtran por el sistema educativo, y siempre con el mismo mensaje: hay que darle más medios para modelar la sociedad. Gracias a esa labor de comunicación, tan agradable al poder, estas asociaciones obtienen importantes ingresos.
Hay otra comunicación política intramuros, que no es menos interesante. En ella se escuchan otras razones. Las madres reconocerán que nosotros hemos aprobado las ayudas, y nos darán su voto. Cuando vengan otros hablando de recortes o de las consecuencias negativas de esas ayudas, habremos ganado las elecciones. Es más, no sólo tendremos el voto de la madres, sino también el de los padres, a quienes aliviamos de su responsabilidad de hacer frente a las necesidades de su familia. Ellos están tan enganchados a las ayudas como sus ex novias o ex mujeres. Sumemos a las asociaciones, pues sus votos no son muy numerosos pero sí muy fieles.
Al otro lado de la comunicación está por un lado el conjunto de la sociedad, bombardeada por los mensajes del poder. Y por otro lado los propios interesados en recibir las ayudas. Las madres entienden perfectamente las nuevas condiciones de juego: si logran tener hijos, siempre con cuidado de no casarse, el Estado les premiará con ayudas. Si tienen el número adecuado de hijos, no tendrán que trabajar. Pueden complementar sus ingresos en el mercado informal. No saldrán de la pobreza, pero es una pobreza cómoda y agradecida.
Y luego está el punto de vista de los economistas, que señalan que quien tiene razón en este asunto no son ni el gobierno, ni sus técnicos, ni los medios de comunicación ni las asociaciones, sino las madres. Ellas han captado el mensaje del poder, limpio de toda manipulación. Primero predicen lo que ocurrirá, basándose en la lógica de la situación, y luego recogen los datos que muestran que esa lógica era implacable. Por ejemplo, en los Estados Unidos, en 1960, justo antes de que se arbitrasen esas medidas, el 22 por ciento de los niños de raza negra venían al mundo en familias monoparentales. Cincuenta años después, ese porcentaje supera el 70 por ciento.
Las familias monoparentales, siguen explicando los economistas, están marcadas por otras realidades poco gratas. Su tasa de pobreza es un 80 por ciento mayor que la de las familias con padre y madre, y los hijos tiene el doble de posibilidades de caer en el crimen, o de recibir tratamiento por desórdenes emocionales. Las hijas tienen más del doble de posibilidades de tener hijos sin casarse, con lo que repiten el ciclo que les ha conducido a ellas a una situación de mayor pobreza.
Pero este mensaje es minoritario. Es más, la nueva situación, que no se producía antes de 1960, se utiliza por parte del poder y sus apoyos como evidencia de que sus políticas son hoy más necesarias que nunca. Y se renueva la maquinaria de la comunicación política.
Fin del curso. Pueden hacer la auto evaluación en las próximas elecciones.