La alegría de la lucidez
Decía el personaje de Federico Luppi en la película Lugares comunes de Adolfo Aristarain que existe algo así como “el dolor de la lucidez”, el daño y la responsabilidad que conlleva saberse dueño de una cierta verdad. En el caso de Marta Peirano hay, más bien, una “alegría de la lucidez”.
Si la primera frase de cualquier libro es aquella que actúa como resorte para la lectura más o menos febril del resto, ¿en qué estado leerían esta obra que comienza así: “Hay cuatro empresas en el mundo que producen los olores y sabores de todas las cosas que compramos”?
Este libro se titula El enemigo conoce el sistema. Manipulación de ideas, personas e influencias después de la economía de la atención y su autora es la periodista Marta Peirano, una de las mayores expertas en el mundo sobre vigilancia en la era digital. “Nuestra vida esta dominada por un gran número de algoritmos que pertenecen a muy pocas empresas y que manejan un número muy grande de plataformas que, muchas de ellas, tenemos instaladas en nuestros móviles”, decía la autora en una abarrotada presentación del libro con la periodista Mamen Mendizábal en la librería Tipos Infames de Madrid.
Pero, ¿qué es un algoritmo y por qué está en boca de todos los grandes gurús del ecosistema digital? Peirano cree que “algoritmo es la palabra favorita de las empresas porque sirve para justificar una toma de decisiones que, si las tomara una persona, la meterían en la cárcel o le pondrían una multa”. Es decir, que las grandes empresas toman decisiones controvertidas porque un algoritmo se lo manda, como si esa decisión fuera cósmica, limpia, nada creativa y muy rigurosa.
Una tiene la sensación constante al leer El enemigo conoce el sistema que Marta ve y sabe cosas que los demás no percibimos y, además, tiene la enorme generosidad de explicarlo de un modo tremendamente lúcido e irónico. Todo está pasando pero no lo vemos. Entonces aparece Marta y descubre algunas de las mentiras que Internet propaga sin escrúpulos; por ejemplo, esa falacia, según la cual, alguna gente percibe que lo que importa a los algoritmos —a las empresas— es nuestro contenido, es decir, nuestros mails o nuestras llamadas. Pero claro, el dato más valioso es siempre la ubicación porque desvela posición social, si vives solo o acompañado, en qué zona, cuanto tardas en ir al trabajo… Este es uno de los mitos que el libro de Marta desmonta. No es verdad. Persiste, en este sentido, una suerte de egolatría desplegada hacia la vigilancia digital: me leen porque tengo una vida interesante.
“Tu móvil ya ha visto tu cara en todas las circunstancias posibles”, asegura Peirano y, por consiguiente, sabe cómo reaccionas ante determinados comportamientos. Esa información es valiosísima para un grupo poderoso de empresas que, en efecto, dominan el mundo porque se convierten en los más ricos del planeta. Pero si hablamos de dominar el mundo, China tiene mucho que decir, tal y como propone la autora en el capítulo titulado China 2020, la primera dictadura digital. Pocos saben que en el sistema de crédito social chino, todos los ciudadanos comparten una misma puntuación que va subiendo o bajando en función de su comportamiento. Quien se queda sin puntos, es decir, el mal ciudadano chino se queda sin acceso a trabajo o vivienda o pierde el derecho a coger un tren o un avión. Así, por ejemplo, el Tinder chino ofrece visibilidad especial a los hombres con mejor puntuación. Pero, ¿por qué dictadura digital? Porque la mayoría de la población saca o comparte dinero a través de aplicaciones, es decir, todo el dinero se convierte en digital.
Decía el personaje de Federico Luppi en la película Lugares comunes de Adolfo Aristarain que existe algo así como “el dolor de la lucidez”, el daño y la responsabilidad que conlleva saberse dueño de una cierta verdad. En el caso de Marta Peirano hay, más bien, una “alegría de la lucidez” que se contagia cuando una tiene su libro entre las manos. Que exista alegría, ironía e inteligencia —les prometo que hay de eso a raudales en el libro—, no significa que no se manifieste también una preocupación honda por algo que, efectivamente, ya está pasando en este mismo instante.