Pacto contratiempo
«Su situación recuerda ahora a la de aquellos matrimonios abiertos (de las películas) en el que peor lo acaba pasando es quien más felices se las prometía»
Los partidos independentistas andan estos días peleados porque ambos han cometido el pecado de pactar alcaldías y demás poderes con el PSC, partido también conocido como el del 155. Este nombre se lo habían ido adjudicando en exclusiva un poco porque de los otros dos ya ni se habla y un poco también como advertencia para evitar caer en las viejas tentaciones y conveniencias de pactar con ellos. La advertencia no ha servido para nada y esa es una noticia importante.
Lo es, sobre todo, ahora que lo hace JxCat porque es quien presuntamente tenía menos «argumentos» para hacerlo. Con este gesto, JxCat se ha demostrado a sí mismo y, peor aún, ha demostrado a ERC y sus voceros, que puede haber alternativa y en ocasiones hasta beneficio a la unión de las fuerzas independentistas en torno a la estéril y peligrosa retórica de la unilateralidad. Desde el inicio del proceso, JxCat y sus distintas marcas electorales han visto su política de pactos y, por lo tanto, sus posibilidades de tocar poder, a la unión con ERC. ERC, por su parte, ha mantenido siempre como amenaza y como esperanza la posibilidad de pactar con las fuerzas «de izquierdas» y/o «favorables al derecho a decidir». Podían así pactar con Podemos (están, de hecho, y según Rufián, «condenados» a pactar con ellos) y han podido también pactar con socialistas y cuperos cuando les ha convenido. Su situación recuerda ahora a la de aquellos matrimonios abiertos (de las películas) en el que peor lo acaba pasando es quien más felices se las prometía.
JxCat no tenía a nadie más y eso ha sido, también, fundamental para el procés. Como del inevitable fracaso del unilateralismo sólo se salía por la izquierda, JxCat tenía todos los incentivos para seguir hasta el final porque en la renuncia no tenía ni un futuro que ganar. No tenía futuro porque no tenía ninguno de los tags políticos de moda. No podía hacer un pacto de izquierdas porque no parece lo suficientemente de izquierdas y no podía hacer un pacto independentista porque el pacto ya estaba hecho. No podía ampliar la base porque a su derecha sólo hay españoles y no podía representar el regeneracionismo pseudo-populista porque, como no se cansan de recordarle sus únicos y queridos aliados, es y siempre será el partido del 3%. A parte de este aroma a corrupción, lo único que le quedaba de lo que fue, y lo único que podría justificarle un gobierno -la centralidad, la gestión, la defensa de los amplios consensos del catalanismo y estas cosas que otrora fueron importantes- es justo lo que lleva años ridiculizando.
Para el independentismo, el pacto con el PSC es a día de hoy injustificable. Pero es también perfectamente comprensible. Porque el pacto con el PSC hace evidente, y por eso molesta, que los dos partidos que han liderado el proceso independentista están pensando en clave post-proceso más que en clave independentista. El pacto con el PSC evidencia que el proceso está muerto y la legislatura también y da razones para esa esperanza, fundamental de la democracia, en que la persecución del poder y de los propios intereses tienda a redundar al fin en beneficio de toda la sociedad. Evidencia que, poquito a poco, los partidos independentistas se van a ir viendo obligados a hacer de la necesidad virtud.