La abstención de noviembre, una preocupación para la derecha
«Los jóvenes parecen tener los primeros síntomas de agotamiento electoral (…) y no es una buena noticia para Podemos»
En un mes y medio se acaba el plazo para conseguir un pacto de investidura y quedan justo tres meses para la votación en caso de no conseguirlo.
Si vamos a una repetición de elecciones el comportamiento de la abstención será el elemento más importante. Especialmente si no se produce ningún cambio en la oferta electoral, ya sea en forma de coalición, estilo “España Suma”, o por la incorporación de algún nuevo competidor, estilo “Más España” errejonista.
Tampoco sería descartable pensar en unas elecciones anticipadas en Cataluña que coincidan con las generales. Sería un elemento determinante de cara a la participación, aunque en ese caso la convocatoria autonómica debería realizarse antes de que se acabe la arena del “reloj de la democracia”.
Si volvemos a las urnas en noviembre no es posible saber cómo se reciclará ese semestre de inoperancia. Los electores ya nos dicen con intensidad creciente que los políticos son uno de los principales problemas del país y muestran síntomas de cansancio por la política.
Para saber el comportamiento de la abstención en caso de repetición solo tenemos algunas pistas y un precedente, el de 2016. Por tanto, no hay reglas exactas y solo podremos hacer un ejercicio de aproximación, nunca una predicción.
En la repetición de 2016 votaron 1,2 millones de personas menos. Ese repliegue de electores no fue homogéneo. Tuvo una incidencia asimétrica en los diferentes segmentos. Se puede ver desde diferentes ángulos, pero quiero resaltar el vernáculo y el generacional.
El enfoque vernáculo, en función de la lengua, nos descubre una brecha importante en el electorado. Si dividimos el terreno de juego entre las Comunidades Autónomas con lengua cooficial y las que no, basta ver el resultado de las elecciones de abril para darse cuenta de la magnitud de esta brecha. Además, afecta al bloque de la derecha casi en exclusiva, con 20 puntos entre la España monolingüe y la cooficial.
En 2016 el crecimiento de la abstención fue mayor en la zona cooficial que en la zona monolingüe, 3,8 puntos más frente a 2,9. Esa diferencia contribuyó al avance del bloque de derechas, especialmente el del PP.
Desde un prisma generacional la abstención también tendrá una incidencia determinante. Podemos decir que todos los votos valen lo mismo, pero no pesan lo mismo. El volumen de votantes en los distintos tramos de edad no es homogéneo, tampoco lo es su querencia por las urnas. Por ejemplo, en España por cada persona menor de 35 años, nacida después de 1985, hay dos personas mayores de 55 años, es decir, nacida antes de 1965.
En la última repetición electoral la pauta de participación fue muy diferente entre los segmentos de edad. Los mayores de 55 años volvieron a llevar prácticamente el mismo número de papeletas. Entre los menores de 35 años la abstención apenas subió 1,6 puntos. Y fue el segmento de la edad intermedia, entre 35 y 55 años, donde se concentró el grueso de la caída. Cerca de 1 millón de electores pertenecientes a ese grupo no acudió al colegio electoral. Ese retroceso en la participación afectó especialmente a los nuevos partidos, Ciudadanos y Unidos Podemos.
Estos son datos del pasado. De cara a lo que pudiera suceder en noviembre tenemos algunas pistas que nos ofrecen los barómetros del CIS. Dejando a un lado la batalla por el relato y la narrativa de la culpabilidad de la repetición electoral, podemos tratar de medir la movilización del cuerpo electoral.
En el sondeo de julio, realizado un par de semanas antes de la investidura fallida, solo el 56% decía que iría a votar con total seguridad. Tomaremos esta medida como referencia para observar que la movilización vuelve a ir por barrios.
Según el recuerdo de voto, el 73% de los votantes de VOX manifiestan que volverán a votar seguro, son los más activos. Para los de Ciudadanos la movilización total es del 56%. Entre los votantes de PSOE y PP este indicador se sitúa en el 65%. Si los agrupamos por bloques, el de la izquierda está en un 66% y el de la derecha en el 63%. Por tanto, parece que la derecha está con menor tensión que la izquierda.
Si atendemos al enfoque vernáculo, sucede que la España cooficial (57,1%) se muestra más movilizada que la monolingüe (54,6%). Es de nuevo una mala noticia para el bloque de la derecha.
Desde un ángulo generacional lo más destacable es que los jóvenes parecen tener los primeros síntomas de agotamiento electoral. Entre los menores de 35 años el grado de movilización es entre 3 y 4 puntos menor que los tramos más veteranos. No es una buena noticia para Podemos.
Por último, es destacable la depresión en la movilización del centro ideológico. La activación de los que se posicionan en las zonas templadas es la menor de todas de forma destacada. Menos de la mitad cree que irá a votar con seguridad. Es, sin lugar a dudas, una mala noticia para Ciudadanos.
En definitiva, no podemos saber ni anticipar qué pasará dentro de tres meses si no hay una investidura exitosa próximamente. Las pistas que vamos recolectando, junto con el precedente de 2016, nos hacen pensar que, por ahora, el bloque de la derecha tiene el viento en contra. En noviembre ya se verá, porque la única certeza es que todo cambia.