The Jean-Paul Sartre cookbook
«Agosto es sobre todo eso: la sumisión incondicional de la moralidad a la historia. Por eso la socialdemocracia es también ese agosto interminable en el que nos pasamos lamentando que septiembre, sin embargo, avanza»
I
Agosto es, todo él, una interminable tarde de domingo. Horrible, pero menos que el lunes. Este mes está hecho para no tener que buscar excusas a la ineficiencia. Es incluso de buen tono recrear la mirada lánguidamente en los títulos de los libros que nunca abriremos: The Jean-Paul Sartre cookbook, Las plantas no comestibles de los cementerios, Descartes et le cannabis…
II
Y, sin embargo, hay que cumplir los compromisos. Pienso en el filósofo marxista Jan Sten, a quien Stalin le ordenó que le explicara en sus horas muertas La fenomenología del Espíritu de manera rápida e inteligible y acabó, obviamente, fusilado.
III
Utopía para agosto: Tratar con gente sencilla y acariciar buenos animales. Pero ya que tengo que despertarme a la fuerza, como Lázaro, del letargo canicular hablaré de gente complicada que sólo se dejaba acariciar a redropelo.
IV
Me resulta incomprensible que las feministas no abjuren de una mujer, Simone de Beauvoir, que vivió sometida al hombre que en El ser y la nada dejó escrito para la eternidad: “La obscenidad del sexo femenino es la de cualquier cosa abierta: es una apelación al ser, como lo son por otra parte todos los agujeros; en sí la mujer apela a una carne extraña que debe transformarla en plenitud de ser por penetración y dilatación. Y, a la inversa, la mujer siente su condición como una apelación, precisamente porque ella está agujereada.»
V
Hans Magnus Enzensberger describe en Tumulto el encuentro de un grupo de intelectuales europeos con Jruschov en agosto -¡agosto!- de 1963: “Sartre no asume ningún riesgo, se mantiene a la expectativa, por no decir manso como un cordero, una actitud que contrasta por completo con la que adopta en Francia, donde de buen grado ofrece ante el poder pruebas de valentía exentas de riesgo.”
VI
Sartre solía decir que el intelectual es un tipo que tiene por oficio meterse donde no le llaman.
VII
París, 1946. En el Tabou, el café de la calle Dauphine, donde siempre era agosto. Boris Vian toca la trompeta, Juliette Greco sirve bebidas en la barra y Merleau Ponty baila muy apretado con la bella Sonia (la futura Sonia Orwell). El existencialismo fue un agosto interminable. Merleau-Ponty acaba de publicar en Les Temps Modernes un artículo en defensa de Stalin. Simone de Beauvoir lo aplaude porque Stalin ha sabido subordinar “la moralidad a la historia con mucha más rotundidad que cualquier existencialista«.
VIII
Agosto es sobre todo eso: la sumisión incondicional de la moralidad a la historia. Por eso la socialdemocracia es también ese agosto interminable en el que nos pasamos lamentando que septiembre, sin embargo, avanza.
IX
William Phillips, director de Partisan Review, entrevistó en París a Simone de Beauvoir. A su amiga Hannah Arendt le confesó que le había sorprendido la “infinidad de tonterías” que decía. “El problema, William -le respondió Arendt- es que usted no se da cuenta de que ella no es muy inteligente. En vez de discutir con ella, mejor sería que la cortejara”. O quizás en vez de “cortejara” empleó un término menos fino, pero me da pereza ir a comprobarlo.
X
Sobre eso de la socialdemocracia como agosto interminable hay que hacer una puntualización. El proyecto de sacrificar la moralidad a la historia ya ha triunfado. Ahora hay que dar un paso más y someter la historia a la emotividad. Unos cuantos agostos más, y faena cumplida.