Notas parlamentarias. Los muros del Congreso
«El Congreso es una cámara necesariamente anacrónica que sobrevive en los tiempos de la mentira institucional»
Mientras los ciudadanos han seguido viviendo en una burbuja mediática y política, ese frufrú de declaraciones, encuestas, opinadores con camiseta, estudios demoscópicos a la carta o cacareos, la palabra pulida del Congreso ha permanecido muda durante seis meses.
El Congreso es una cámara necesariamente anacrónica que sobrevive en los tiempos de la mentira institucional. En la tribuna de oradores, aunque campen el engaño y el subterfugio, al menos hay un pacto de proporcionalidad en las armas dialécticas.
El antaño gran teatro del Congreso debería ser de visión obligada si se quiere medir la talla de cada uno de los postulantes del poder. Háganlo y verán otro país.
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, reapareció lánguido, distante de los problemas que cercan su gestión (aumento de paro, caída de la inversión internacional, pésimas previsiones económicas, inmigración, delincuencia, separatismo). Para eso viajó confortable al Consejo Europeo de junio -tres meses atrás- enlazando eslóganes huecos y compromisos de futuro, un futuro que él sostuvo era presente, acostumbrados, como nos tiene, a su elasticidad para el bloqueo, para el establecimiento de una parálisis que, al margen de lo que se rebañe en los próximos días, le permitirá alcanzar las vísperas de los próximos Carnavales como presidente y bordear año y medio de mandato al ralentí.
Cobijado en Europa, como si esa ocupación fija en el Consejo comunitario del pasado mes de junio le hubiera impedido encarar una negociación para formar un gobierno estable en el país, enlazó buenos deseos, lírica de baratillo y se apuntó éxitos pasados y presentes, propios y ajenos: “La fortaleza de Europa depende del compromiso de todos”, “España no tiene la más mínima duda. Entre avanzar y retroceder, elegimos siempre avanzar”, “El futuro ya es presente”, “Sólo tenemos un planeta y el tiempo se agota”. España carece de una ley contra la emergencia climática que el Gobierno socialista, a pesar del empeño que le dedicó ayer el presidente en funciones, no ha impulsado. Del mismo modo, en esta idea principal de que el mero enunciado hace que los problemas se reduzcan, Sánchez subrayó el “enorme esfuerzo inversor” de todas las instituciones para combatir la violencia machista: nada dijo de los resultados, dramáticamente sostenidos en los últimos años.
El presidente ha cuajado la habilidad de superar la fuerza de la gravedad y levita sobre sus funciones. Otro de los asuntos fue el universo fake. “Facebook -dijo-ha cerrado 2.200 millones de cuentas falsas durante el primer semestre de 2019. Es positivo y preocupante”. Europa en su opinión siempre ha estado a la vanguardia y podrá hacer que los FAGAM (Facebook y los otros cuatro Jinetes de la revolución digital) se comprometan con la legalidad. Aquí, el líder socialista, llegó a la cúspide, porque la Unión Europea se ha caracterizado por su incapacidad para controlar a las tecnológicas norteamericanas, que han crecido en poder, indómitas ante el Gobierno Europeo. Sánchez es tan osado que patrimonializa las incapacidades de las instancias comunitarias.
Toda esta lejanía de Europa, se desbarató cuando, primero, Pablo Casado (cuyo discurso aprendido y monocorde no quedó vibrante en el remate: “España no merece un presidente como usted”) y después Albert Rivera (“señor Sánchez no puede ser un comentarista de la actualidad que dice ojalá en un futuro próximo todos los catalanes celebren la Diada. Es el presidente del Gobierno. ¿Imagina al presidente de Estados Unidos diciendo ojalá se cumplan la constitución en Alabama?”) le entregaron una radiografía numérica del país en el que Pedro Sánchez vive y trabaja, recordándole, que, pese a su “España está preparada para el Brexit sin acuerdo”, el alud pronosticado arrastra fatales consecuencias para economía y trabajadores.
Y al fin salió, el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, para hablar de lo que ni siquiera había mencionado el presidente en funciones: él ofrece a su partido, le tiende la mano y hace todo lo que puede. Iglesias sostuvo, en un tono casi monástico, la obligación de la izquierda de formar gobierno. Pero hacia mitad de septiembre, en la primera sesión de control en seis meses, el presidente Sánchez todavía estaba retornando de la Europa del pasado junio.