Llega la hora de hablar
«Hoy ‘toca’ a Sánchez y Casado estar a la altura de las circunstancias y sacar lo bueno que tengan dentro, que algo tendrán, y pensar cómo sacar adelante este país»
Se tienen que sentar a hablar, sin mirar el reloj y con el compromiso de no levantarse hasta llegar a un acuerdo. Sánchez se ha llevado un nuevo revolcón; Casado ha conseguido superar el pésimo resultado del abril, pero ni uno ni otro tendrán apoyos suficientes para gobernar, a no ser que acudan a indeseables como los independentistas o los antiguos socios de ETA.
Ya coqueteó con ellos Pedro Sánchez cuando vio la oportunidad de echar a Rajoy con una moción de censura, y así le ha ido; ha perdido unos escaños preciosos y su socio preferente, Podemos, todavía más. Hoy “toca” a Sánchez y Casado estar a la altura de las circunstancias y sacar lo bueno que tengan dentro, que algo tendrán, y pensar cómo sacar adelante este país. Porque la solución no son unas terceras elecciones, y los dos lo saben. No está el horno para bollos, con Cataluña ardiendo social y políticamente, la crisis económica ahí mismo y afectando ya a los resultados del empleo, y un avance de la extrema derecha y la extrema izquierda que deja a España temblando.
Que se sienten, que gobierne el que tiene más votos aunque ha perdido. Que Casado ponga sobre la mesa las condiciones indispensables para ayudar a que se forme gobierno, que las negocien con serenidad para alcanzar un punto de acuerdo, que apoye el PP la investidura con su abstención o con apoyo explícito si fuera necesario… y que se vaya después a la oposición, para controlar que Sánchez cumple lo prometido y además no cometa ninguna de las muchas barbaridades que le han provocado el desastre del 10-N. Porque ha sido un desastre para Sánchez, que apostó por convocar elecciones para mejorar sensiblemente su resultado… y se ha quedado con menos escaños.
Rivera se ha quedado fuera del mapa, y es el único responsable del fiasco de Ciudadanos. Se veía venir, ensoberbecido por ser más que el PP no supo jugar las cartas de un partido bisagra y se ha quedado en nada. Ha perdido a sus hombres más sólidos, sobre todo al indispensable Villegas, y solo le queda Arrimadas como persona a la presentar bajo la bandera del partido. Arrimadas, a la que intentó atar en corto porque no le gusta a Rivera que nadie le haga sombra, pero ella ha sabido buscarse un hueco y es hoy la persona más emblemática de un partido al que Rivera impuso una política errática. Ahora convoca un congreso… lo que tendría que hacer es dimitir, porque ha sido un desastre como líder de Ciudadanos.
De estas elecciones sale una España políticamente más débil. Los partidos que surgieron hace unos años para romper el bipartidismo han quedado tan tocados que es probable que también Podemos se quede descabezado; y el PSOE renovado de Sánchez no es ni de lejos el PSOE de Felipe y Guerra. El declive empezó antes de que Sánchez ganara las primarias, pero este 10-N se ha hecho más evidente que los socialistas necesitan un buen repaso.
Vox ha tenido un triunfo incuestionable. Fraga se puso a principios de los ochenta una merecida medalla: introdujo en el juego político democrático a franquistas recalcitrantes. Ojalá cayera esa breva con Vox, aunque los discursos de los últimos días y de la noche electoral no auguran nada bueno. Pero es lo que votan millones de españoles, qué se le va a hacer.
Quizá los adversarios de Vox deberían hacérselo mirar, para ver si comprenden de una vez por qué no les quieren las urnas, qué están haciendo mal.