Qué desgracia...
«Mejor que no se engañe nadie: Pedro Sánchez es capaz de cualquier cosa. Aunque España salte por los aires»
Si nadie lo remedia estamos abocados a un gobierno de coalición PSOE-Podemos, un peligro para el futuro de este país aunque la militancia socialista haya echado las campanas al vuelo. A lo que se suma la posibilidad de que las ansias desaforadas de poder de Pedro Sánchez le hagan renegar de todos sus principios –los que defendía, que se han demostrado trágicamente endebles- y llegue a acuerdos de investidura con ERC.
Acuerdos de los que no pueden salir nada bueno, porque incluso uno de mínimos significaría que Sánchez cedería ante algunas de las exigencias del partido de Junqueras, y no hay una sola que sea constitucional… excepto abordar la reforma de la Constitución. Que, no nos engañemos, el independentismo no quiere reformarla, sino cambiarla de arriba abajo y convertir España en una república federal, rompiendo el gran trabajo que se hizo en la Transición. Nadie con sentido común puede negarse a la reforma de una Constitución redactada hace cuarenta años, pero cambiar su esencia son ya palabras mayores.
La desgracia de este país es que no se ve en la actualidad a nadie con suficiente respaldo parlamentario, y sobre todo con suficiente experiencia, formación y criterio para detener los desatinos que nos aguardan. Sánchez está en el monte y no le importa aliarse con los enemigos de España y de lo español con tan de mantenerse en el gobierno, y Casado mantiene un silencio que él considera necesario para cargarse de razón si un día tiende la mano a Sánchez y le ofrece la ayuda necesaria para que no forme gobierno con Podemos y ERC. Pero habrá que ver si ese estudiado silencio es la medida más adecuada. El patrioterismo de Vox –que no patriotismo- encandila a los que quieren mano dura y Ciudadanos intenta recuperarse de su debacle con Arrimadas al frente, que no es mala candidata para el centrismo.
Como sea, hay que parar las operaciones que ha emprendido Pedro Sánchez en las que va a traspasar líneas que no traspasaría jamás ningún político con sentido de Estado y que quiera a su país. Líneas que desde luego no traspasarían los compañeros de partido de Sánchez que protagonizaron la mejor etapa de su historia, los de la Transición, que en privado no ocultan que su preocupación es máxima. Sin embargo, tampoco ellos, como Casado, salen a la palestra para denunciar que no se puede admitir lo que pretende Sánchez, meter en casa a los peores enemigos de España.
Así que los silencios de los que esperan que Sánchez se la pegue pude no ser la mejor estrategia para reconducir la situación. ¿Y si Sánchez, contra viento y marea, da vía libre al disparate, forma gobierno con Iglesias e inicia una negociación con Gabriel Rufián? Porque mejor que no se engañe nadie: Pedro Sánchez es capaz de cualquier cosa. Aunque España salte por los aires.