¿Inmersión? Dos tazas
La inmersión es siempre insuficiente porque es un correctivo contra el tiempo, un alargar la agonía
«El PSC revisa su postura sobre la inmersión». «El PSC considera que Cataluña es una nación». Los dos titulares se publicaron casi al mismo tiempo y cabe suponer que no fue por casualidad. El PSC tiene ahora y al mismo tiempo la obligación de defender la Cataluña nación y la de vaciarla de contenido político. El PSC ya solo puede permitirse una nación catalana en la medida en que esa nación sea, como dirían los errejonistas, un significado vacío al que poder llenar con pensiones, seguros de desempleo, educación, sanidad, regeneración política, reconciliación nacional y etc.
Les llamarán nacionalistas, pero no se puede ser nacionalista catalán «revisando su postura sobre la inmersión». Y, aunque es probable que esta revisión del PSC quede en nada, parece interesante ver en qué sentido iría. En el mejor de casos, se trataría de hacer menos inmersión para hacerla mejor; para que sirva mejor al objetivo de crear una sociedad catalana realmente bilingüe en vez de dos sociedades monolingües en Cataluña.
Todo el mundo sabe que si tal cosa debe hacerse tiene que consistir en hacer más clases de catalán donde menos catalán se habla en casa y más de castellano donde menos castellano se habla. Esta corrección de la realidad social se antoja una quimera porque consiste básicamente en el dicho catalán de “no vols caldo, dues tases”, que traducido sería algo así como cabrear a todo el mundo al mismo tiempo. Por eso en este debate parecemos todos Mafaldas deseando que el caldo se lo trague el otro. Parece que ya nadie aspira a semejante corrección. No al menos quienes aspiran a poder vivir e incluso a educar a sus hijos en Cataluña como si el catalán no existiese. Ni tampoco los nacionalistas catalanes.
Se da por supuesto que, siendo un invento nacionalista, el actual sistema de inmersión es del agrado del nacionalismo. No es así. En gran parte, porque no se cumple precisamente en esas escuelas, en esos barrios, en esas poblaciones donde menos catalán se oye y donde, por lo tanto, más falta haría. Y tampoco y principalmente porque el sistema de la inmersión está pensado como un correctivo a la natural destrucción que el tiempo provoca sobre la lengua y por lo tanto sobre la nación catalana. Incluso en esas poblaciones que se suponen al margen de Telecinco y del Estado, porque también allí llegan Netflix y los youtubers y demás moderneces y con ellos la lengua castellana y todo su poderío. La inmersión es siempre insuficiente porque es un correctivo contra el tiempo, un alargar la agonía. Y un nacionalista no puede darse por satisfecho simplemente ralentizando la decadencia.
En este escenario, la política que se va imponiendo de facto, aunque no de boquilla, es justo la contraria a la de las dos tazas de caldo: que haya menos inmersión donde más necesaria se la supone y más inmersión donde más inmerso se vive ya en el catalán. Es una realidad que más o menos se calla por respeto a nuestros altos ideales bilingües. Pero es seguramente esta realidad la que hace que la política de la inmersión haya sido y pueda seguir siendo un consenso mínimo de la sociedad catalana; porque a nadie satisface del todo y porque, sencillamente, no se aplica.