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Si no te gustó Pesci, es que no sabes de cine

«Frente al ruido y la furia, al rictus estreñido y el tartamudeo pazguato, ante la vivencia traumática marca Actors Studio, Pesci ofrece una sobria y clásica lección de maestría interpretativa»

Opinión
  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

A propósito del estreno en cine de El Irlandés (inevitable verla y gozarla en cine) los sesudos e intrincados debates acodados en las barras sociales han versado sobre el maquillaje digital, la homosexualidad en pijama de los personajes y de si la cinta es obra de un misógino redomado que pinta a las mujeres de mafiosos como adustas figurantes pintarrajeadas y a la permanente. Aunque pueda resultar paradójico, el gremio del pseudofeminismo crítico prefiere la ciencia-ficción chamuscada al realismo literario sangrante. Los hay incluso que se dedican a la taxonomía cinematográfica dando la tabarra con si estamos ante la última obra mayor de Scorsese o, por el contrario, se trata de la mayor de sus obras menores. Por no hablar de los ínclitos guardianes de la verdad más verdadera que, como siempre, se empeñan en buscarle el gazapo histórico al libre territorio de la ficción. 

No voy a entrar ahora en el vociferante galimatías. Me ha sorprendido, en cualquier caso, que en el plano de los actores el foco se haya centrado en la pareja de Niro/Pacino. Uno de los morbos cinéfilos que llevamos arrastrando yo ya no sé cuántas décadas. Cada uno con sus filias, perversiones y fetichismos. Pero no deja de ser sintomático de estos tiempos de dudoso gusto estético y estulticia rampante que poco hayan alabado la inconmensurable interpretación de Joe Pesci, que, por cierto, se come con patatas al par de “titanes de la gran pantalla”. Frente al ruido y la furia, al rictus estreñido y el tartamudeo pazguato, ante la vivencia traumática marca Actors Studio, Pesci ofrece una sobria y clásica lección de maestría interpretativa. El actor menudo, conocido sobre todo por vivificar personajes irascibles, desmedidos y atrabiliarios, ofrece esta vez un impecable despliegue de sutileza, ambigüedad y contención admirables y dificilísimas. Un tipo que se había jubilado y ha vuelto como excepcional favor a sus irredentos goodfellows. Como una sinécdoque brillante de lo que es y significa El Irlandés. O sea a quien no le gustó Joe Pesci, dudo que tenga la más mínima idea de cine.