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Espectáculo

«Todo parece indicar que el presidente sin escaño tiene los días contados y se preparan ya las navajas traperas menos chespirianas que de cutre opereta bufa»

Opinión

Reuters

  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

El espectáculo bochornoso del Parlament de Catalunya va más allá del pertinaz Torra y su insana tendencia al ridículo político. En el hemiciclo ha quedado patente que la quiebra entre independentistas y constitucionalistas ha abierto un nuevo boquete entre los primeros. Todo parece indicar que el presidente sin escaño tiene los días contados y se preparan ya las navajas traperas menos chespirianas que de cutre opereta bufa. Pinta tan mal el panorama que de aquel célebre posibilismo convergente hoy sólo queda un asomo de remedo entre las filas de ERC. Quién iba a decirnos que aquellos chicos de las antorchas de antaño se muestran ahora como garantes del orden, la legalidad vigente y la moderación. Será postureo, si se quiere, estrategia de piel de cordero, sin embargo están consiguiendo desplazar a los señores que fueron el pal de paller autonómico hacia una suerte de nihilismo punk que los acerca peligrosamente a los muchachos de la CUP. De hecho no sería de extrañar que los señores de JxCat acabaran luciendo peinados de hachazo vasco y camisetas de eslogan incendiario. Sí, a los catalanes siempre nos perdió la estética.

En medio de este fatigoso hundimiento del Titanic procesista, el primer partido de la oposición en el Parlament, la supuesta alternativa al descalabro, no parece tener más recursos retóricos y argumentativos que la bulla y la bronca desagradables en el lodazal.

De momento, la parálisis política en Cataluña se ha establecido como norma y a cada sesión aumenta la molesta sensación de vergüenza ajena, porque el tiempo de indignarse quedó ya muy atrás, dejando paso a una combinación de perplejidad y absoluto fastidio. Pero a buen seguro vendrán más días lamentables que nos harán más tontos. Tanto es así que cuando se convoquen elecciones todavía iremos a votar con el rictus bobo de quien parece ignorar que no paran de reírse en su cara.