La eutanasia sale carísima
«Una sombra amenazará a quien quiera vivir hasta el último momento, hasta la última experiencia por dolorosa que sea»
Es fácil imaginar la distopía. Un gobierno que persiga a los viejos que no quieren tomar la píldora, una sociedad que los acuse y los acose por egoístas, unos enfermeros cansados de cuidar moribundos que la administren de noche y en connivencia con la administración, empeñada en reducir costes. Y si de reducir costes se trata, es fácil imaginar una distopía más de tipo marxista, como de lucha de clases donde los pobres trabajadores condenados a acudir a la sanidad pública, siempre más precaria, cada vez con más recortes, mueran antes de tiempo y antes de quererlo y donde, en cambio, quienes puedan pagarse una sanidad privada, siempre codiciosa, empeñada en no dejarnos morir mientras quede un céntimo en el banco, alarguen sus vidas hasta los 150 años que pronto, según dicen, alcanzaremos como si nada. Pero no hace falta imaginar tanto.
El PP acusa a la izquierda de legalizar la eutanasia para reducir costes. Y lo hace, supongo, porque sabe que más allá de la economía comparte en el fondo el argumento liberal de la legalización. Es el argumento de la libertad individual y es el argumento que se basa en medir la democracia a peso, según la cantidad de derechos que garantiza al individuo. El de entender la democracia como poco más, o poco menos, que una progresiva extensión de los derechos sin límite conocido. Es como el derecho al divorcio, les recordaba Asens. Antes no les gustaba y ahora se divorcian como el que más. Y como el derecho al divorcio debe entenderse. Como creía recordar que lo entendió Chesterton, cuando advertía que el problema de la legalización del divorcio no está tanto en las parejas que se divorcian felices y en paz sino en la sombra de provisionalidad que este derecho extiende sobre todas las parejas y sobre todas las relaciones amorosas. Eso mismo, digo, hay que ver también en la legalización de la eutanasia. La sombra que extiende los moribundos; entre los vivos que no quieran morir todavía. ¿Sombra de egoísmo? ¿De cobardía? ¿De una absurda superstición? Una sombra amenazará a quien quiera vivir hasta el último momento, hasta la última experiencia por dolorosa que sea y que tenga que hacerlo a costa del erario público, del sufrimiento de los suyos tanto como del suyo propio.