Un retrato plano y moralizante
«A Iglesias le ha gustado lo que a mí me ha parecido un telefilme estirado»
De todas las series de la parrilla disponible en streaming, el azar hizo que Pablo Iglesias y yo eligiéramos la misma este fin de semana: The accident, disponible en Filmin. Hasta ahí llegan las coincidencias con el vicepresidente, además de que los dos tenemos tres hijos. Porque a Iglesias le ha gustado lo que a mí me ha parecido un telefilme estirado. Elegí The accident por el reclamo “del creador de The virtues y con las protagonistas de Happy valley y Borgen” –aunque yo no vi la The virtues, pero le encantó a mi novio–.
Happy valley es terrible, tristísima, pero muy buena. Contaba la historia de una mujer policía cuya hija se suicidó después de tener al hijo fruto de una violación. La policía, interpretada por Sarah Lancashire, criaba al hijo y trataba de atrapar al violador de su hija. Además estaba el exmarido, su hermana y todas las pequeñas historias que iban construyendo un relato complejo, lleno de aristas y grises en el que los personajes se equivocaban y no eran clichés. The accident comparte con Happy valley una vocación de contar un lugar y sus gentes, generalmente olvidados, o eso pretende. Pero en The accident los personajes son simples y sus dilemas tiene la profundidad de una chancleta (aunque Lancashire está maravillosa). Cuenta una historia bastante desgraciada: unos adolescentes entran en lo que será una fábrica, que aún está a medio construir, y por una serie de negligencias hay una explosión –el contratista almacena ilegalmente bombonas de gas y los chicos fuman– y el edificio se derrumba. La única superviviente es la hija de la protagonista, una mujer que tiñe el pelo de su mejor amiga y soporta los golpes cuando su marido llega borracho a casa. Las madres de los chavales muertos se presentan como acusación popular persuadidos por un abogado contra quien dirigía la construcción, una mujer madura, divorciada, que se acuesta con su asistente, encarnada por la protagonista de Borgen, Sidse Babett Knudsen.
El reclamo de las protagonistas funcionó, y realmente son ellas las que sostienen la serie, junto con el resto del casting, que dan credibilidad y solidez a una trama que se resuelve de manera simple y con una gran carga moralizante. A eso se añaden los planos pretenciosamente elegidos, los cristales de las puertas en primer plano que funcionan como subrayados incómodos. En realidad, habría sido mucho más interesante si se hubiera limitado a contar cómo la fragilidad de la vida y cómo a veces las cosas suceden por un cúmulo de casualidades sin que nadie en realidad sea culpable del todo.