Mesa o timba
«La Sesión de Control gravita sobre la negociación con los independentistas, alejada del Congreso y encajonada en La Moncloa»
“¿Qué será lo próximo que veamos?”, se preguntaba Pablo Casado tratando de añadir extravagancias a lo insólito, a lo ya vivido como parte de la costumbre catalana de estos últimos años: “¿A Otegi en Doñana?, ¿A Junqueras y Puigdemont en Quintos de Mora?” Los viejos cuidadores de Doñana, los piñeros y carboneros, conservan una larga memoria. Rebuscando en sus vivencias a lo mejor se encuentra algún precedente zoológico.
Así empezó una desvaída Matiné de Control, con un líder de la oposición más entonado, abundando en el aumento de la desigualdad entre españoles que provoca la táctica socialista de sumisión a los independentistas. Pero Pedro Sánchez está hecho de mármol -en todos los sentidos- y permanece impertérrito en sus respuestas, tanto como el bedel que se coloca a su derecha. Le falta una lira cuando, desde su escaño, dicta frases felices para sacudirse estas “impertinencias” de la oposición: “Igualdad no es uniformidad”. Claro. Y mientras, su Gobierno asume y ejecuta el desguace del Estado conforme a su pacto con “fuerzas minoritarias y radicales”.
Mark Twain escribió sobre la naturaleza y en su tradicional juego de contradicciones irónicas concluyó que la verdad es más extraña que la ficción “pero es porque la ficción está obligada a atenerse a posibilidades”. La verdad, en relación a Cataluña, se ha convertido en un sainete dañino: un President en fuga, un Govern parcialmente encarcelado, un heredero de la Generalitat condenado pero útil, grandes empresas huyendo, ciudadanos repudiados o amenazados por sus ideas,….. La verdad, decimos, es que sobre la Sesión de Control, gravitaba la Mesa de La Moncloa, La AGENDA DEL REENCUENTRO -así, con inapropiadas mayúsculas- e incluso, John Lennon dispuesto a cantar Give Peace a Chance.
El propio presidente del Gobierno decidió hace unas semanas que “la ley no basta” y la ley es el Congreso. La Mesa de La Moncloa es una externalización de facto de la Cámara, una subcontrata de soberanía, una pretendida ventanilla de Estado a Estado. Borrás, la portavoz de Junts, felicitó a Sánchez por ello, pero recordándole sus excusas y sus cambios de posición y exigiéndole que “ensanche la Constitución porque nos vamos”.
Con tanta cortesía y miramiento con independendistas vascos y catalanes, se dará el caso de que el presidente pueda atajar con una sola respuesta protocolaria preguntas diversas. Basta decir “SÍ”. Las preguntas siempre traen el tronco común de “qué hay de lo mío” con que empiezan (antes de dar los buenos días) PNV, ERC, JxCat et alii.
Aitor Esteban (PNV) pareció contestar con una pregunta a Borrás, quien, a su vez, había preguntado a Sánchez, “¿De dónde se va a sacar tanto dinero para esto?”, se cuestionaba el diputado vasco. Nadie lo sabe. Aunque previamente Casado había culpado a Sánchez de la desmembración y la ruina de España, Sánchez había responsabilizado al PP y los independendistas catalanes a ambos. Cayetana Álvarez de Toledo, que, más tarde, interpeló a la ministra de Administración Territorial, Carolina Darias, recordó que el PSC, con la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, incluida, había apoyado en 2013 el derecho de audodeterminación para Cataluña.
Cuando ya se habían marchado el presidente Sánchez y distintos ministros, la portavoz del PP subió a la Tribuna para descuajaringar La Mesa de La Moncloa, que ella redujo a timba. “Esta tarde es la “del entierro de la izquierda española, noticia lógica y que llama a la compasión”, “hay que enterrar a los muertos”. La popular recurre con toda frecuencia a una dialéctica solemne, bronca, sin posibilidades para la alternativa. La escena se repite, Cayetana sube los escalones y entra en la cantina….
Antes, el diputado popular Lorite había preguntado: “¿Ordenó el Ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana que se habilitara una zona preferente para Delcy Rodríguez en el aeropuerto de Adolfo Suárez Madrid–Barajas con motivo de su reciente estancia en España?” Y allí estaba Ábalos para demostrar que su suficiencia tabernaria enciende las tripas. Ábalos se garantizó el ruido recordando al PP las mentiras del 11-M y ahí pudo guarecerse momentáneamente entre palmas tocadas con el estómago. Lo aplaudieron sostenidamente algunos ministros y decenas de parlamentarios afines. El PP respondió exigiendo a coro su dimisión.
A esas horas, antes de las once de la mañana, el presidente Sánchez ya no estaba.
La Mesa importante no era la del Congreso sino la negociación con los independendistas catalanes, abierta en La Moncloa.