Capitalismo y neveras llenas en tiempos del coronavirus
«La cuarentena del mundo real puede ser una cura de humildad que vacune quienes no daban ningún valor a la libertad»
La crisis sanitaria del coronavirus servirá, al menos, para dejar de lado las frivolidades y narcisismos adolescentes que sufren las sociedades abundantes. Y, quizás, para que las palabras recuperen su valor.
Como decía Jorge Bustos en El Mundo, los conceptos «alarma antifascista» o «emergencia patriarcal» se descubren ahora banales ante la llegada de este cisne negro que no hemos sabido anticipar porque la mayoría de políticos -de todos los países- siguen funcionando con la bola de cristal de su ideología y no en base a conocimientos científicos.
Fernando Arenzana, director del Instituto Pasteur en Shanghái, explicaba en El Confidencial que nadie podía anticipar cuándo el virus iba a “saltar a los humanos”, pero que desde 2013 diferentes estudios científicos reflejaban lo que podía suceder.
“No se puede trabajar a golpe de impulso, siempre tarde y acuciado por la necesidad, por la urgencia. La única manera de protegernos de las pandemias es creando conocimiento constantemente”, afirmaba. Conocimiento constante. Es decir, progreso frente a ideología.
En esta hora grave de la pandemia todos constatamos la vulnerabilidad del ser humano, tantas veces soterrada bajo la artificialidad de las redes sociales, donde el compromiso y la valentía duran lo mismo que los caracteres de un tuit.
La cuarentena del mundo real, por contra, puede ser una cura de humildad que vacune quienes no daban ningún valor a la libertad.
Nuestro consuelo inconfesable será la certeza de que no pasaremos hambre, porque el coronavirus sigue siendo mejor que la guerra o las ideologías caducas con los que tantos jóvenes del primer mundo flirtean y que, esas sí, vacían para siempre los supermercados. Con virus o sin él.
El gran logro del capitalismo es su capacidad de abastecer a las clases medias. De alimentación, de medicamentos, de un hogar. ¡Abajo el decrecimiento! En Italia, que nos llevan más de una semana de ventaja, la comida en los supermercados está garantizada.
Y en Madrid, el alcalde José Luís Martínez-Almeida aseguraba que ante unos “picos de consumo del 145% superiores al día anterior” solo se sufrieron «momentos puntuales de desabastecimiento que fueron resueltos».
Seremos víctimas de la irresponsabilidad de los políticos que priorizan la expansión de su propaganda en lugar de la contención del coronavirus. Seremos víctimas de ciudadanos sin compromiso cívico. Serán las contrapartidas -tolerables- del mundo globalizado.
Pero, curiosamente, el mundo libre que garantiza e invierte en conocimiento es ya nuestro mejor aliado. Cuando algunos pidan cerrar fronteras, deberemos pedirles que abran sus neveras. Que las vean llenas será la mejor respuesta.