THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Echo de menos

«Echo de menos muchas cosas banales. Exagero al echarlas de menos»

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Echo de menos

Mi padre y mis abuelos paternos sobrevivieron la Segunda Guerra Mundial en Prusia Oriental. Mis abuelos maternos sobrevivieron la Guerra Civil española: mi abuela en Valencia, mi abuelo en Astorga. A mí me cuesta sobrevivir a un confinamiento que solo me exige quedarme en casa. A continuación, una lista de cosas que echo de menos y una serie de lamentos frívolos sobre estar confinado por el coronavirus[contexto id=»460724″]:

  • Echo de menos Mazarrón. Echo de menos las buganvillas junto al mar.  
  • Echo de menos a mi padre, que es mayor y está débil tras una operación de corazón. Está bien aislado en una playa remota. Me manda por WhatsApp lo que va haciendo: “Saludos desde el bunker. […] Un buen desayuno. Una buena, ducha. Y plantar esquejes de flores. No llueve todavía pero seguro más tarde. […] Cada vez que te mando un mensaje salgo a la carretera. […] Ya he desayunado ampliamente con un buen café como tu sabes y con pan alemán […] Pasea conmigo en el pensamiento.” 
  • Echo de menos ir al Prado, al que he ido dos veces en 10 años. El confinamiento me hace querer hacer cosas que posiblemente no haría si pudiera: nunca he ido a La Pedriza. ¿Qué tal es el casino de Torrelodones? Quiero ir a Chinchón.
  • Echo de menos jugar al baloncesto e ir al gimnasio. Subo y bajo escaleras durante 20 minutos al día. Hago estiramientos siguiendo vídeos de YouTube. 
  • Echo de menos a mucha gente pero también estar completamente solo: no puedo escuchar metal extremo a todo volumen con mi compañero de piso todo el día en casa. 
  • Echo de menos ir una vez a la semana al restaurante Xiongzai (el “Winnie”; C/ San Leonardo, 3) a comer fideos fríos con mucho cilantro. Echo de menos los tacos de chicharrón del restaurante Mi Ciudad (C/ Conde Duque, 30; C/ Hileras, 5; C/ Fuentes, 11). Google me avisa que la última vez que estuve fue hace 3 semanas. Echo de menos las tostas de sardina ahumada de Bodegas Alfaro (C/ Ave María). 
  • Echo de menos la concentración: me cuesta leer algo que no sea del coronavirus, de su impacto económico y político. Me siento como Oblómov, el personaje de Goncharov, que dedicaba horas y horas a preparar un proyecto (intelectual o vital) que nunca llegaba a acometer. Cuanto más leo menos escribiré. Una cita de Oblómov: “Por las mañanas, en cuanto se levantaba de la cama y desayunaba, se tumbaba de inmediato en el diván, apoyaba la cabeza en la mano y meditaba, sin escatimar fuerzas, hasta que su cabeza, cansada de tan ardua labor, y su conciencia le decían: hoy has hecho bastante por el bien común”. 
  • Echo de menos la filmoteca, que este mes iba a proyectar muchas películas de Agnès Varda.
  • Echo de menos ir a librerías para no comprar ningún libro porque tengo cuatro ya empezados. 
  • Echo de menos el Wurlitzer y hacer pogos. 
  • Echo de menos a Z., que acaba de tener un hijo y nadie puede visitarla, ni siquiera sus padres, por miedo al contagio. Tampoco pudo coger a su hijo hasta que el test del coronavirus dio positivo. 
  • Echo de menos Israel, Italia, Argentina. Sueño con mis últimos viajes.  
  • Echo de menos pasear sin rumbo y trabajar en cafeterías. Echo de menos el Café Ruiz.
  • Echo de menos muchas cosas banales. Exagero al echarlas de menos. Llevo seis años trabajando desde casa. Uno nunca se acostumbra del todo, pero se podría decir que llevo seis años preparándome para este momento. 
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