Todo lo arrasa
«Ahora que hemos ganado una hora de luz, se ve mejor a los vecinos, antes de la epidemia prácticamente éramos invisibles los unos para los otros»
Esta pandemia[contexto id=»460724″] parece estar arrasando con todo: la economía, los afectos y hasta las costumbres. La gente no puede despedir a sus muertos, no puede siquiera enterrarlos, y eso es terrible. Al mismo tiempo, está haciendo que descubramos cualidades que no sabíamos que teníamos y nos recuerda un profundo sentimiento de solidaridad. La distancia social nos recuerda cada día que necesitamos a los otros, que necesitamos interactuar, hacer un chiste y compartir con los demás lo que sucede. Solo así se entiende el éxito del ritual de los aplausos: claro que es un agradecimiento a los sanitarios y a los que siguen en marcha para que la vida no acabe del todo, pero es también una manera de recordar nuestra parte social: ver al vecino que siempre sale en bata; la pareja de enfrente, ella tan rubia, él tan moreno; los que a veces sacan al gato. Ahora que hemos ganado una hora de luz, se ve mejor a los vecinos, antes de la epidemia prácticamente éramos invisibles los unos para los otros.
Pienso en todas las otras cosas, quizá más superficiales, que ha borrado la pandemia. Pienso en el centenario de Éric Rohmer, que habría cumplido cien años el pasado 21 de marzo. Pienso en que el 29 de marzo se cumplió un año de la muerte de Agnès Varda. Pienso en que el 30 de marzo fue el aniversario del nacimiento de María Moliner y leo, para celebrarlo, el artículo de Bibiana Candia, “María Moliner, señora de las palabras”, en Jot Down (y que le valió el Premio de divulgación feminista Carmen de Burgos que otorga la Universidad de Málaga). Escribe Candia que en el Diccionario de uso del español, Moliner construye “Un gran mapa en el que mirar al lenguaje no como piezas disecadas colgadas en una pared, sino como una gran colmena viva, produciendo y reproduciéndose”. Pienso en el cine de Éric Rohmer, siempre sensual, físico y lleno de palabras, ligero y denso a la vez. Pienso en las películas de Varda y en su curiosidad por lo que le rodeaba y en su mirada profundamente humanizadora. Pienso en los cumpleaños que se celebran en aislamiento, en los enfermos que se recuperan, en los que tienen síntomas leves pero deben aislarse de su familia. Pienso en todos los dramas, pequeños y grandes, de estos días. Pienso también en las alegrías, en la canción que Bob Dylan publicó la semana pasada, o en la de Javiera Mena. Me pregunto qué quedará de esto en nosotros cuando todo acabe.