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Ni Sánchez ni Casado quieren la unidad

«En esto se basa el liderazgo en tiempos excepcionales: tomar la iniciativa por el bien común»

Opinión
  • Laura Fàbregas (Barcelona, 1987) se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus primeros pasos en el periodismo los dio en Catalunya Ràdio, cubriendo la información política desde Madrid. También trabajó en la corresponsalía de Roma de la emisora radiofónica Cadena Ser, y posteriormente estuvo cinco años trabajando para la delegación catalana de El Español hasta incorporarse en la sección de Nacional, donde abarcó la actualidad del Gobierno. Su última etapa antes de desembarcar en The Objective fue en Vozpópuli como redactora de política.

Este jueves el presidente del Gobierno sorprendía con una oferta de reunión para reeditar los pactos de la Moncloa. “¿Están dispuestos?”, decía en el pleno del Congreso, ante la retransmisión de los medios, y obligando así a Pablo Casado a dar el siguiente paso.

Pero esta oferta es solo un eslogan desde el momento en que no ha realizado ni una sola llamada previa al líder de la oposición para tantear el sentido de este pacto y la disponibilidad -real o no- del PP de sumarse. No ha habido medidas ni propuestas concretas sobre la mesa para saber en qué consistirían estos nuevos pactos transversales. Se trata, en definitiva, de un mero artefacto retórico lanzado en el pleno para elevarse como adalid de la unidad cuando, según todas las encuestas, la gran mayoría de españoles apoyaría un consenso amplio para atajar la crisis sanitaria.

Siguiendo el plan diseñado por Iván Redondo, las actuaciones de Sánchez desde la moción de censura a Rajoy han ido, en la mayoría de ocasiones, en la dirección de alimentar la división. Las “tres derechas de Colón” o el “miedo a Vox” le ha servido al PSOE de Sánchez para legitimar los pactos con Podemos o con ERC, y sin pedir a estos últimos un compromiso explícito de renegar de la vía ilegal. Tampoco hicieron amago alguno de acercamiento a Cs cuando ambos partidos formaban la única mayoría parlamentaria estable y verosímil antes de la repetición electoral. Aunque tampoco Albert Rivera, en un ejemplo de ceguera política sin precedentes, supo poner en Sánchez en la obligación de elegir con quién quería pactar.

Lejos de mostrar el sentido de Estado que le ha faltado a Sánchez y Rivera, Casado se mantiene a la espera de que el Gobierno caiga y sea su oportunidad -legítima- de llegar a la Moncloa. Pero se equivoca si ante una de las mayores crisis nacionales no acepta, como mínimo, la propuesta de reunión de Sánchez. Debe aceptarla aunque sea solo para desenmascararle y explicar si el presidente prefiere a Podemos, con su incendiario discurso contra “la Europa de burócratas prepotentes”, o ir con una sola voz en Bruselas y sin tintes euroescépticos, porque la ayuda para paliar los efectos económicos dependerá de la Unión Europea.

Casado no debería renunciar a buscar un compromiso de Estado, proponiendo medidas de interés para el país. En esto se basa el liderazgo en tiempos excepcionales: tomar la iniciativa por el bien común en detrimento del tacticismo cortoplacista de esperar el desgaste del adversario.

Solo el nuevo Ciudadanos ha tendido su mano al Gobierno. Sin caer en la ingenuidad, ha advertido a Sánchez de que la “reunión fuera de verdad”. Es una lástima que hayan aprendido la lección después de su derrumbe electoral.