La república de los muertos
«Los delirios de Iglesias y los suyos, aparte de delictivos hoy, son indicativos de la deriva irreal de la política española de los últimos tiempos»
18.056 muertos por coronavirus (oficialmente) cuando escribo estas líneas. Previsión del FMI de que nuestro PIB caerá un 8% y el paro subirá al 20,8%. Y la tendencia número uno en Twitter es “República”. España es un país delirante.
Todos los 14 de abril de los últimos años ha venido siendo así. Que lo sea también en mitad de esta epidemia catastrófica confirma el carácter quimérico y alejado de la realidad que ha tenido siempre. Hoy además es delictivo. Y encima con el Gobierno (la parte podemita, de la que el máximo responsable es Pedro Sánchez) participando descosidamente, con los mensajes de Pablo Iglesias, Irene Montero, Alberto Garzón…
La república no es para ellos, lo hemos dicho mil veces, un marco plural en el que quepan todos (como sí lo es nuestra monarquía parlamentaria), sino un régimen sectario solo para unos (contra los otros). Los republicanos pluralistas vemos en estos tipos el principalísimo obstáculo para que algún día haya en España una república civilizada. Que en lo fundamental, por cierto, se parecería bastante a esta monarquía: por eso no tenemos prisa.
Los delirios de Iglesias y los suyos, aparte de delictivos hoy, son indicativos de la deriva irreal de la política española de los últimos tiempos. Pongamos que desde Zapatero, inclusive (¡vaya si inclusive!). Con atisbos anteriores: aquellas abominaciones hacia Aznar que, como dijo Savater, eran una especie de culto al líder a la inversa. Se postulaba, en contra, un país que no existía: porque era Jauja.
Recuerdo una manifestación que hubo hace no muchos años contra los peajes en las autopistas. Los manifestantes llevaban la bandera republicana: como si en una hipotética república no hubiera que pagar peajes. De igual modo, en las recientes manifestaciones de los jubilados solo se esgrimía, junto con las banderas partidistas y regionales, la republicana. Aunque las pensiones se las pedían al país representado por la bandera constitucional. O sea, al país real (tontos no eran).
Cuando nos ha asaltado la pandemia, estábamos en otras cosas. Todas ideológicas o tácticas, sin conexión con la realidad. Al margen del papelón del 8-M (en que se confundía la asistencia a una manifestación con una causa; porque lo que importaba en verdad era lo primero), nada hay más significativo que lo ocurrido con el ministro Illa.
Lo pusieron en el ministerio de Sanidad, sin tener conocimiento ni competencia en la materia, solo porque había que poner a “un catalán” y él era catalán. Con el coronavirus ya expandiéndose por otros países, el ministro, en vez de estar preparándose para la posible llegada a España, en vez de estar haciendo acopio de material sanitario como recomendaba la OMS, en lo que estaba era en la mesa de negociación con los independentistas.
Y así todo. Pero no ‘hasta’ ahora. Porque, como vemos, los delirios siguen.