El coronavirus como arma arrojadiza
«Urge que nuestros líderes asuman la responsabilidad de tomar decisiones difíciles y no utilizar el coronavirus como arma arrojadiza»
El coronavirus[contexto id=»460724″] se ha convertido en la última arma arrojadiza en política. El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom, ha tenido que salir de árbitro a decir a todos los países que no hay necesidad de ganar puntos políticos con esta crisis: “La misión de todos los partidos debe ser salvar a su gente, por favor no politicemos este virus”. Nos encontramos en un momento histórico donde transmitir liderazgo y seguridad es fundamental para que la sociedad secunde los aciertos o errores de los líderes públicos. Los debates broncos solo generan malestar y al incendio político podría seguirle el social.
España no es el único país donde el coronavirus ha agudizado la política de la confrontación. Nuestros vecinos italianos también critican la lentitud del primer ministro a la hora de aprobar las medidas sanitarias y económicas y no haber llamado a la oposición y a los principales actores (sindicatos, patronal y organizaciones) para consensuarlas. ¿Les suena?
Estados Unidos todavía tiene que pasar la etapa de caos absoluto, la subida de la curva de contagios. A ello, se suma la firme oposición a Trump, la ‘guerra comercial’ con China y unas elecciones a la vuelta de la esquina. Es indudable que, en este caso, el coronavirus se emplee de arma arrojadiza en la campaña para vender un mañana al estilo Aldous Huxley en ‘Un mundo feliz’. Como ya señala el libro: “Una verdad que carezca de emoción puede verse desplazada por una mentira que tenga emoción”.
Sin embargo, la polarización va por países o, mejor dicho, por culturas. Mientras nuestros políticos siguen ciegos en el permanente enfrentamiento, otros países como Francia y Reino Unido han decidido suavizar sus diferencias por la crisis. Boris Johnson acaba de ganar las elecciones, mientras que la oposición sigue tocada por el Brexit. El tono de las críticas no es tan elevado como tampoco lo es hacia Emmanuel Macron. Sus disputas con Le Pen han quedado aparcadas y el resto de los partidos prefieren ver desde la barrera el desgaste del presidente francés ante la pandemia.
Los países escandinavos son la excepción que confirma la regla. Son esa balsa de agua en calma donde a ningún paseante se le ocurre tirar piedras. Esos países donde realmente existe una cultura de consenso se encuentran luchando codo con codo contra el virus. Todos aportan soluciones. Igualito que en España, donde la brecha entre el Gobierno de coalición y la oposición se recrudece cada día que pasa. El presidente repite sin cesar que “solamente unidos venceremos al virus” y unidad es lo que le reclaman el resto de partidos y agentes sociales al no sentirse parte de la solución, con cero comunicación con Sánchez.
¿Tiene sentido seguir prorrogando el estado de alarma? Es la pregunta que la oposición y algunos socios de Sánchez se hacen esta semana. Unos porque entienden que al aliviarse los hospitales, ya se podría reactivar al cien por cien la economía con estrictas medidas de seguridad y otros porque quieren recuperar el liderazgo en sus comunidades.
Merece la pena aparcar la falsa disyuntiva entre salud y economía, porque la destrucción de la primera generará, a su vez, un deterioro sistémico en la segunda. Y es la economía lo que más preocupa ahora entre algunos ministros. Nuestro Gobierno debería de hablar sin medias tintas y no dirigirse sólo a los niños. Con un PIB mundial en confinamiento tenemos que pensar que nuestro nivel de vida sufrirá un retroceso. Y aunque nos guste más o menos, dependemos de los aciertos de nuestros líderes públicos. Cabe entonces exigirles soluciones más allá de la queja constante y de la obligación de tener que presentar responsabilidades.
La comunicación es el arma fundamental y tiene que servir, no para ser arrojadiza, sino para transmitir la confianza que la gente ha perdido con tanto cambio de opinión. Es imprescindible que la comisión de reconstrucción del Congreso muestre a los ciudadanos que cada partido aporta soluciones y podamos leer los criterios tomados.
Hasta el momento, solo hemos visto la fase de estrategia política. El rodillo que representa la mayoría del PSOE y Podemos en la Cámara Baja impide que el resto de fuerzas añadan nada al formato establecido por el Gobierno. Sin embargo, muchos esperan un verdadero debate sobre propuestas para sacarnos de ésta y de la que viene, que condicionará gran parte de nuestra vida. ¿Estarán a la altura nuestros representantes?
El “whatever it takes” que pronunció Mario Draghi en defensa del euro cada vez se hace más imprescindible. En estos momentos, todos los países a escala mundial dependemos los unos de los otros. Aunque en Bruselas todavía no se hayan dado cuenta. Es necesario transmitir liderazgo y confianza a la sociedad. También urge que nuestros líderes asuman la responsabilidad de tomar decisiones difíciles y no utilizar el coronavirus como arma arrojadiza.