THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Más allá de la polarización

«Casado recuperó tras suceder a Rajoy lo peor del conservadurismo español: la autoimagen de políticamente incorrectos, de rebeldía hueca»

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Más allá de la polarización

Es obvio que la guerra cultural no ha amainado en la guerra contra la pandemia. Salvo casos excepcionales (como el del alcalde de Madrid José Luis Martínez-Almeida), los políticos han perseverado en su estrategia de polarización, e incluso se han radicalizado. El gobierno no ha cambiado su actitud: habla siempre ex catedra, desde un autoproclamado “sentido común” y de manera pasivo-agresiva. El poder no necesita dar explicaciones. Es la estrategia negociadora de Pedro Sánchez de siempre: forzar la rendición incondicional del adversario. En una situación de emergencia nacional se encuentra a gusto. Hay que recordar que el gobierno siempre ha buscado legitimidad y ha justificado su unilateralidad, desde hace casi dos años, en una especie de urgencia o emergencia social. El país no puede esperar. El gobierno ha de actuar de esta manera, no cabe otra. ¿Cómo no iba a hacerlo, si lleva la razón?

La oposición del PP sigue siendo bipolar, se mueve entre un falso y poco creíble sentido de Estado y la pataleta infantil. Casado recuperó tras suceder a Rajoy lo peor del conservadurismo español: la autoimagen de políticamente incorrectos, de rebeldía hueca, que encuentra su reflejo sociológico en las protestas contra el gobierno estos días en el Barrio de Salamanca, en Madrid; es la rebelión de los privilegiados, y se parece demasiado al kitsch procesista, a los independentistas catalanes de clase alta jugando a la revolución. El caso particular de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, trasciende este análisis: su estrategia es dadaísta y parece que sigue la máxima crazy beats strong (en una pelea, es mejor hacerse el loco que el fuerte, para descolocar completamente al adversario). Pero, tras sus deslices, ¿qué hay (tanto de bueno como de malo)?

Ciudadanos parece que está poco a poco recuperando su autoestima, aunque todavía no sabe qué identidad tiene, ni quién es su votante. Pero esto no es algo nuevo. Al menos está cumpliendo con lo que los cuatro socioliberales que hay en España siempre han defendido que debería hacer el partido: ser transaccional, ir moldeando su identidad paso a paso, votación a votación. Y, sobre todo, basar su identidad en las policies y no en la guerra cultural (buena suerte con ello).

En muchas ocasiones, la polarización parece mayor de lo que es. Da la sensación de que en esta crisis la oposición está comportándose de manera desleal. El PP, por ejemplo, ha endurecido su discurso contra el presidente, al que acusa de usar maneras dictatoriales y de bolivariano y comunista. Y, sin embargo, todavía no ha votado “no” a ninguna de las extensiones del Estado de alarma. En la última de estas extensiones, Casado acusó al presidente de ser el “caos”, pero acabó absteniéndose. Es una estrategia torpe: dar plantón, no exigir enmiendas ni modificaciones, pero luego no votar “no”.

¿Es peor una oposición que sobreactúa e insulta, pero apoya al fin y al cabo al gobierno, o un gobierno que impone su autoridad de manera unilateral y no hace ni el intento de encontrar consensos?

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