El mago de Verbena y la Sexta Prórroga de Alarma
El presidente del Gobierno logra en el Congreso el apoyo a toda su estrategia ante la pandemia después de atraer a PNV, ERC y C’s
Algunos estudios de politólogos y grandes pronosticadores, esos oficios, auguran que tras el verano, el presidente Sánchez se verá obligado a convocar elecciones. En el Congreso de los Diputados esa posibilidad no se aprecia.
El orador de Moncloa sube a la tribuna y caminando entre cabezas de cocodrilo, se ofrece humilde y conciliador. Abre las manos y muestra la mercancía emocional del momento: ahora la concordia, ahora el luto más largo de la historia de España, ahora el acuerdo y ahora el momento de la unidad.
Ignacio Gómez de Liaño recuerda (en La Mentira Social) una enseñanza de William Gavin, asesor del presidente-dimitido, Richard Nixon, y escritor de sus discursos: “Razonar exige un alto grado de disciplina y concentración, es más fácil impresionar. El razonamiento adormece al telespectador o bien le agrede, exige que acepte o rechace; por el contrario, una impresión puede envolverlo, sin colocarlo frente a una exigencia intelectual”.
Sánchez ha trazado una raya al comienzo de su intervención y allí ha instalado un arco voltaico mental: el arco ha pitado constantemente, ante los discursos, con críticas fundadas a la actuación del Gobierno, de Casado (PP) y Abascal (Vox).
La estrategia de Sánchez no tiene (y no sabemos si en alguna ocasión ha tenido) nada que ver con la verdad: navega entre su interpretación paralela de la realidad y la epidemia de desmemoria del país; ambos factores le permitieron ayer, ofrecerse conciliador: el presidente, el amigo de todos. Después de las críticas de los populares y la contundencia de Vox[contexto id=»381728″] apareció Jaume Asens, de Podemos, para agradecer a ERC y hasta Ciudadanos (¡qué detalle!), sus votos “con sentido de Estado” que permiten alcanzar la cifra cimera de 6 convalidaciones, por quincenas, de “Estado de Alarma”. El presidente se encarama así al 21 de junio.
Las palabras de Asens son parte de la idea central del Gobierno PSOE-Podemos, “la-debilidad-de-la-memoria-caché”. ERC ha abandonado al Gobierno en el Congreso durante la pandemia y, al contrario, Vox y PP apoyaron las prórrogas y, como recordó Casado, su partido votó “sí” tres veces y en una cuarta se abstuvo consciente de que su posición no entorpecería los planes del Gobierno.
Claro, que luego llegó Gabriel Rufián (ERC) para aclarar que ellos no “son socios del Gobierno”. ¿Qué hace el Gobierno carteándose con el partido de Arrimadas?, parecía decir el portavoz independentista, con Sánchez convertido ya en el rey del baile.
Hasta Edmundo Bal (Cs), creíble y sensato, ha acabado a disposición del presidente, hablando de política útil pero compartiendo el vagón con el PNV, con el Partido de Iglesias o con los independentistas.
En el Congreso, este resultón Sánchez, pulverizó cualquier atisbo de autocrítica. Empezó viajando hasta la Gripe Española (1918) y una vez allí ancló la “injusta” estigmatización de lo español con la “injusta” estigmatización de su Gobierno… ¡Por su mala gestión ante la pandemia!
“Es un virus que surgió en Asia, en una provincia china”, describía desapasionadamente, como un mal inevitable.
“Somos muchos territorios dentro de una misma nación”; (les pido) “que demos una imagen de unidad real”, “el odio es el peor veneno”; (les pido) “que no recurran al insulto ni a las expresiones gruesas”. Y antes de acabar su primera intervención, por enseñar algo de su naturaleza, el presidente lanzó un ¡Viva el 8 de marzo!, como si tuviera que ver la temeridad y la insensatez, la invocación al riesgo y la propagación de la enfermedad, con la legítima causa feminista.
Las emociones, que decía Gavin.
Con esta alfombra de cuento de hadas, llegó Casado enumerando parte de lo que ha ido pasando en las últimas semanas. “Es usted un mago de verbena, se le ven todos los trucos”, dijo secamente el presidente del PP, “su Gobierno presenta las peores tasas mundiales en la lucha contra la pandemia” y luego encadenó, “el que reparte cicuta habla hoy de veneno; tiene en su gabinete tres ministros de Chaves y Griñán; en el “caso Pérez de los Cobos” ha incumplido el artículo 117 de la Constitución y leyes judiciales; mientras su Gobierno habla de 28.000 muertos, el Instituto Carlos III los cifra en 43.000 y las funerarias en 44.000; usted no se cansa de mentir, tanto que hasta The New York Times escribió el pasado fin de semana que no había visto algo así en todo el mundo”.
Casado incluso recurrió a Bush (padre) con “lea mis labios, señor Sánchez”, “su Gobierno es el menos democrático de nuestra democracia”.
Tras Casado, Santiago Abascal buscó el enfrentamiento con Iglesias, ausente durante su discurso, contestando en grados a las provocaciones del vicepresidente, “sectario, extremista, guerracivilista”; “son unos jetas”; “usted mismo justificó el terrorismo de su padre”; “su vanidad es capaz de provocar cualquier problema en España”; “lo único que arrebatamos es lo que ustedes han tirado al suelo (por la bandera)”.
Abascal tuvo para todos. También para el presidente Sánchez, que se relamía en su conversión a “comforter-in-chief”, cuando Abascal le recordaba que miembros de su Gobierno o afines, calificaban a los de Vox “de inmundicia, de parásitos, de golpistas”.
Y al fin, Aitor Esteban (PNV) llevó al Congreso a Temístocles dirigiéndose a Euribíades en la batalla de Salamina. “Golpéame, pero escúchame” (en Arthur Schopenhauer, El Arte de Tener Razón).
Así ha sido la estrategia de Sánchez, golpes y voces diversas de estrategia política.