El blanco es una metáfora del poder
«El ‘no puedo respirar’ de George Floyd no es más que un nuevo capítulo de la historia de los negros»
Martin Luther King y Malcolm X son dos de las figuras que mejor representan la lucha contra el racismo en los años cincuenta y sesenta, cuando los negros aún no podían ocupar cualquier asiento en el transporte público y mucho menos votar. Ambos líderes por los derechos civiles representaban dos líneas opuestas del movimiento. Luther King, hijo y nieto de reverendos, él mismo pastor de una iglesia, promovía la resistencia pacífica; Malcolm X, que con 20 años cayó en la cárcel por traficar y robar en las calles de Harlem, apostaba por la violencia. Luther King, con una oratoria exquisita y un gran poder de sugestión, tenía una enorme popularidad; Malcolm X, ministro de la Nación del Islam, el villano de la América blanca, era un radical. Malcolm X insultó y atacó a Luther King –lo consideraba una marioneta en manos de los blancos– pero con el tiempo fue virando hacia posiciones más tolerantes y se fueron encontrando en posiciones similares.
La muerte impidió que unieran fuerzas. A Malcolm X lo mataron en 1965 fanáticos de la Nación del Islam, de la que terminó renegando, y a Luther King lo abatió tres años después un francotirador cuando se disponía a apoyar la huelga de unos afroamericanos en Memphis, Tennessee. Quien les sobrevivió a los dos fue otro líder del movimiento antirracista, James Baldwin. Los años de su juventud él los pasó en París, adonde se marchó para no acabar en la cárcel o tirado en las calles de Nueva York, el destino que les aguardaba a los negros pobres, homosexuales e inadaptados como él. En París, en cambio, dio sus primeros pasos como escritor. Escribió su primera novela y empezó a destacar como activista por la igualdad racial. Cuando por fin adquirió conciencia de “quién era”, volvió a Estados Unidos para unirse a voces como la de Luther King. Novelista, poeta, Baldwin destacó sobre todo como ensayista. Fue también un tertuliano televisivo con una habilidad única para desmontar a los blancos, anglosajones y protestantes que no veían un problema de racismo en el país. “No sabes lo que que está ocurriendo al otro lado del muro porque no quieres saberlo”, decía él. “La historia de los negros en América es la historia de América, y no es una historia bonita”.
El documental I Am Not Your Negro, de 2016, recuperaba treinta años después de la muerte de Baldwin un ensayo inacabado sobre Luther King, Malcolm X y Medgar Evers, tres líderes del movimiento por los derechos civiles que murieron asesinados. Compuesto por las líneas que Baldwin escribió, su correspondencia con el editor, entrevistas e intervenciones televisivas, y también imágenes de archivo de la marcha de Selma, la elección de Obama o protestas como las de Baltimore o Ferguson, este documental sigue de plena actualidad. Hay en esta cinta policías blancos cargando contra los negros en imágenes de hace diez, veinte y cuarenta años. En esta colección de agresiones se cuela incluso un agente que reduce a un negro apoyando la rodilla sobre su cuello. El “no puedo respirar” de George Floyd no es más que un nuevo capítulo de la historia de los negros. “La historia no es el pasado –dice Baldwin en el documental–. Es el presente”. Fue él quien mejor describió la fotografía de Trump con una Biblia delante de la Iglesia de San Juan, tras ordenar dispersar con gases lacrimógenos y pelotas de goma a los manifestantes que lo increpaban frente a la Casa Blanca: “El mundo no es blanco; nunca fue blanco, no puede ser blanco. El blanco es una metáfora del poder”.