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Faltos de ironía

«Para entender el humor es necesaria una mínima dosis de ironía; esa misma de la que hasta un pueblo tradicionalmente irónico como el inglés escasea en los tiempos bobos del cólera»

Opinión

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  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

Para entender el humor es necesaria una mínima dosis de ironía; esa misma de la que hasta un pueblo tradicionalmente irónico como el inglés escasea en los tiempos bobos del cólera. Tanto es así que, antes de envainársela con unos cartelitos absurdos, el servicio por streaming UKTV, una plataforma propiedad de la BBC, ha retirado episodios de la mítica serie Hotel Fawlty por comentarios y situaciones racistas. Nadie se salva ya de la quema inquisitorial de los justos y los ofendidos.

Esta cruzada totalitaria de la corrección política (la gran peste del siglo XXI) se ceba especialmente con uno de los pocos dones apreciables de la inteligencia humana: el humor, que hasta la fecha nos ha servido para sobrellevar el imperio sempiterno de los mezquinos y su muestra cotidiana de tonterías. Y una de las manifestaciones artísticas más agradables del humor, que por otra parte los puritanos detestan, es la ironía feliz. Esto es: decir una cosa afirmando la contraria.

El propio John Cleese se ha visto obligado a ponerse pedagógico y, sin poder evitar el cabreo, ha señalado que el racismo no está en el mensaje de la serie sino en esos personajes que con tanta lucidez retrata. De hecho, en el aguijón satírico, hay sobre todo crítica a comportamientos racistas del inglés medio. Pero, claro, la comprensión lectora está bajo mínimos y se impone un lenguaje sin más meandros semánticos que el de los emoticones.

Con tanta epidermis cristalina será imposible siquiera echar unas risas a costa de las miserias humanas, que todos cargamos muy a nuestro pesar como pesada cruz. Los nuevos guardianes de la moral nos quieren circunspectos y tomándonoslo todo muy a pecho. Todo tiene que ser muy serio, trascendental, respetuoso hasta con la flora y fauna, y cogido siempre con papel de fumar. No digo yo que seremos más sensibles, pero sin lugar a dudas nos convertiremos en mucho más burros.