THE OBJECTIVE
Aloma Rodríguez

Ya en cines

«La apertura de los cines me produce una gran alegría, porque uno de mis placeres favoritos es pensar las películas mientras camino, como si las paseara»

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Ya en cines

@jakehills | Unsplash

Poco a poco, con prudencia y calma, va arrancando de nuevo todo. Sigue resultando incomprensible que los parques para niños sigan cerrados, que las terrazas estén ya llenas y que los niños se disputen el terreno con los perros y las heces que dejan ahí sus dueños. Caminamos aún con incertidumbre y con temor, acabamos de salir de una pesadilla y todavía no sabemos bien hasta dónde llegarán las consecuencias en lo económico. Hay aún interrogantes, y la amenaza del rebrote en otoño, para el que no sabemos si estaremos preparados.

La semana pasada los periódicos llevaban anuncios en portada con la reapertura progresiva, y con normas de seguridad, de los cines. En una conversación publicada en Letras Libres, Jaume Ripoll, cofundador de la plataforma de cine online Filmin, explicaba que la exhibición en salas es fundamental para la industria: sin la recaudación de las salas, la rentabilidad de muchas películas es imposible. La apertura de los cines me produce una gran alegría, porque uno de mis placeres favoritos es pensar las películas mientras camino, como si las paseara.

La última vez que fui al cine antes del encierro no fui a ver una película de estreno, fui al cine Doré, a una de las sesiones del ciclo de homenaje a Agnès Varda, que quedó como casi todo interrumpido. Era un programa doble: Elsa la rose (1966) y Le bonheur (1964). El primero es una especie de documental sobre la pareja formada por dos escritores, Louis Aragon y Elsa Triolet, su amor se mantiene a lo largo de más de cuarenta años. El amor de Aragon hacia Triolet está mezclado con una profunda admiración hacia ella, pero no solo. La película es un retrato de los dos y de su relación. Le bonheur cuenta una historia perversa pero todo tiene una envoltura de felicidad: los colores son vivos y tranquilos; salen flores todo el rato, hay pícnics familiares y los niños se echan la siesta en la ribera del río. En realidad, el programa era el amor total y su reverso. No me gusta hablar de las películas inmediatamente. En un semáforo en Sol, mi acompañante y yo confirmamos nuestras primeras impresiones: ojalá alguien nos quiera como Aragon a Elsa La Rose; menudo cretino el otro. Nuestro trayectos se separaron ahí. Subí hacia Chamberí paseando las películas sin sospechar la crisis que se avecinaba.

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