2020: Qué peliculón, pero sin Óscar
«Una trama que se podría explotar para el cine es la que va de una pandemia mundial a manifestaciones donde se protesta contra el racismo, y donde se considera racista a Churchill»
Un sectarismo ideológico que no sólo ignora errores ajenos, también eleva a mito o a objeto de veneración. Es lo que ha sucedido con Fernando Simón, quien ha incurrido en considerables imprudencias y en decisiones no demasiado acertadas (Maite Rico las ha enumerado en una soberbia columna en El Mundo). Es cierto que han sido meses de trabajo en la incertidumbre inesperada, por tanto meses de trabajo con un escaso margen para el ensayo y con una alta probabilidad para el error; pero de ahí a este retrato buenrrollista y simpático que algunos pretenden de Simón, a este culto de imagen del pop, media una distancia. No está el hombre para las exageradas peticiones de la derecha populista (ellos ya pedían su cese a mitad de marzo), pero tampoco para estampar su cara en camisetas.
Camisetas como las que vi el otro día en una tienda del centro de Sevilla. En ellas, un lema con algo de chispa: 2020, escrito por Stephen King. Se ha convertido en una broma recurrente la de catalogar de guion de película distópica a estos hechos que nos van sucediendo -sacudiendo- este año.
Una trama que se podría explotar para el cine es la que va de una pandemia mundial a manifestaciones donde se protesta contra el racismo, y donde se considera racista a Churchill (?). Pasando por un surtido variado de conspiraciones: la última que he leído incluye como principales protagonistas a Bill Gates y a George Soros (este último es un fetiche para la causa de todos nuestros males, como en otro tiempo lo pudo ser el demonio o los judeo-masones).
Otra trama, bastante más interesante y relacionada con la anterior, podría ser la que hace unas semanas señalaba Felipe Benítez Reyes: la capacidad que tenemos de proyectar nuestras paranoias personales a las causas de los problemas comunes. Lo hemos visto en el novelesco análisis de Miguel Bosé, en las pintadas a Indro Montanelli, en una parte de la sociedad que habla de dictadura en el Gobierno pero que a su vez te prepara una manifestación donde celebran el apoyo recibido. Ese sectarismo ideológico que afecta a los simoners es muy parecido al sectarismo ideológico que parece aprovechar la situación adversa para vendernos su cambalache de causas propias. Los grupis de Fernando Simón le aplauden no por sus aciertos o por los hechos, sino porque despierta el agrado de una izquierda tuitera: es un crisol de sus afinidades. Quienes han salido a la calle contra la gestión de este Gobierno no suelen salir tanto por la gestión como por el Gobierno. Todo se resume en qué hay de lo mío.
2020 es una película, pero no sabemos si pasará los posibles criterios que serán necesarios para producir en el arte. En esa creatividad que en Hollywood quizá exija unas pautas; es decir, unas limitaciones. Es decir: propaganda, catequesis, como escribía Alberto Olmos. Ahora que parece que la ficción se confunde con el didactismo, dudo mucho que nos compren esta película de actualidades donde unos tratan con displicencia a otros por arrodillarse; sin embargo dicen, con soberbia, que ellos (Girauta, José Manuel Soto) sólo se arrodillan ante dios. Dudo mucho que nos compren esta película de actualidad donde la frivolidad ideológica destroza pedestales al tiempo que construye otros para hombres que se equivocan en ruedas de prensa (donde se trata de salud pública). Dudo mucho que nos compren este argumento donde podemos aprender de todo, menos buenos ejemplos.