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Diccionario mínimo para entender el presente

«Cultura: Imposición alienante de un montón de hombres blancos muertos»

Opinión

Steven Senne | AP

  • Cuantos más años tengo, más resumo mi tarjeta de visitas. He elegido mi epitafio: “No se fue de ningún sitio sin pagar».

Arrodillarse: El lujo moral de la incultura militante; el narcisismo culpable como última figura del esnobismo; el no va más de la buena conciencia; la fruición de la culpa como virtud. “La buena noticia es que los niños ricos se aburren de sus juguetes hechos a medida” (Dris Ghali).

Barbarie: “Mejor la barbarie que el tedio”, dice el iconoclasta.

Buena fe: Es lo que nos permite despreciar desvergonzadamente la lógica.

Caos: El orden del aburrido.

Causa pura: La razón que permite a alguien que ha cursado la ESO convertirse en juez de la historia.

Cinismo: La claridad moral que proporciona la causa pura.

Cultura: Imposición alienante de un montón de hombres blancos muertos.

Derecho: Lo que se me debe.

Derechos individuales: En las Constituyentes de 1869, Sagasta le contó esta historia a Castelar: “¡Tratábase, señores Diputados, de uno de esos monstruos que de vez en cuando aborta la naturaleza para horror de la humanidad. Tratábase de un criminal horrible; tratábase de un hombre que ¡había matado a su padre y a su madre! Llegó el día de la vista de la causa, y hecha la acusación y concluida la defensa, el presidente del tribunal se dirigió a aquel miserable, a aquel repugnante criminal que ocupaba a la sazón el banco de los acusados, para preguntarle si tenía algo que advertir; y este monstruo de la naturaleza, en tono compungido y con voz lacrimosa, se levantó y dijo: No, señor presidente, como no sea pedir la conmiseración de los señores jueces para este pobre desvalido y desgraciado huérfano…” Hoy culparíamos a Sagasta de insensibilidad ante el dolor de un acusado que, si es pobre, no puede ser sino inocente.

Esclavismo: Hay un esclavismo de la buena conciencia que permite renunciar a la libertad en nombre de la igualdad de los míos.

Entusiasmo: Tened cuidado con las causas que se consideran puras, porque se ganan inmediatamente el entusiasmo del fanático.

Exclusión: Si alguien se presenta como excluido, la razón victimológica lo proclama como su igual.

Fascismo: Cuando Ernest Hemingway vino a España para hacer una serie de reportajes sobre la guerra, fue a visitar a Edward Knoblaugh para solicitar su ayuda, ya que desconocía por completo la lengua y las costumbres del país. “¿Qué puede usted decirme -le preguntó mientras sacaba un cuaderno y un lápiz- respecto a las noticias que hemos recibido de ‘paseo’ a derechistas?” Knoblaugh le contestó que, desgraciadamente, se estaban cometiendo excesos. “¿Me lo dice usted porque lo sabe a ciencia cierta o porque se lo ha contado alguien?” Knoblaugh comenzó a describirle lo que había visto con sus propios ojos en las afueras de Madrid. “¡No lo creo! -exclamó Hemingway- ¡Nada ni nadie me harán creer semejante cosa! ¡Usted debe de ser fascista!”

Historia: El proyecto de situar al pasado a la altura de mi estatura moral, que es la de mi razón victimológica.

Libertad de opinión: En una ocasión, Marat defendió que, para tener tranquilidad, hacía falta que cayeran 270.000 cabezas. Al ver que había quien se escandalizaba, añadió: “¡Pues sí, esa es mi opinión! Es una atrocidad que estas gentes hablen de libertad de opinión y no quieran permitirme las mías”.

Mal: Es lo que oculta mi predisposición al escándalo.

Objetividad: “La objetividad en televisión es 10 minutos para los judíos, 10 minutos para Hitler” (Godard).

Opinión: Es importante tener a favor tu conciencia, pero más importante aún poner de tu lado a la opinión pública.

Pensamiento: “Las personas exigen la libertad de expresión como compensación por la libertad de pensamiento que casi nunca usan” (Søren A. Kierkegaard).

Poder: “No creas que ya eres bueno por el mero hecho de no tener poder” (Carl Schmitt).

Puer robustus: Es el niño consentido que busca experimentar emociones fuertes jugando con dinamita.