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El sueldo de Pilar Rahola

«La Cataluña amarilla ha convertido a Rahola en su Belén Esteban»

Opinión

TV3

  • Laura Fàbregas (Barcelona, 1987) se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus primeros pasos en el periodismo los dio en Catalunya Ràdio, cubriendo la información política desde Madrid. También trabajó en la corresponsalía de Roma de la emisora radiofónica Cadena Ser, y posteriormente estuvo cinco años trabajando para la delegación catalana de El Español hasta incorporarse en la sección de Nacional, donde abarcó la actualidad del Gobierno. Su última etapa antes de desembarcar en The Objective fue en Vozpópuli como redactora de política.

En los años en los que el independentismo exhibía unidad en su experimento de lista unitaria, el papel de Pilar Rahola en TV3 era necesario para agitar a las masas. En esta Dinamarca del Sur ni se cuestionaba la sobreexposición de la faraona del procés hasta que ha empezado a decantarse por Puigdemont en detrimento de ERC.

Ahora son los de Oriol Junqueras y la CUP quienes piden su cabeza. Es curioso que la sensibilidad para que la televisión pública refleje la pluralidad de la sociedad que representa llegue justo cuando la deriva de la telepredicadora deja fuera a la mitad de los independentistas. ¡Y no cuando excluía a la mitad de los contribuyentes!

Los que se ponían exquisitos hablando de democracia ni les importaba el papel de agit prop que ha jugado TV3 en el auge del procés ni ahora tampoco les importa saber cuánto cobra Rahola. El director de TV3, Vicent Sanchis, ha evitado informar del salario que recibe por sus monólogos en Preguntes Freqüents y Tot es mou en su comparecencia en el Parlament.

No hay duda de que Rahola funciona en televisión, y mi pésima impresión sobre ella, tan humana como profesionalmente, no me nublan el juicio. La tertuliana da espectáculo, y genera tanta adhesión como odio, elementos imprescindibles para tener al espectador pegado a la pantalla aunque sea para insultarla.

Otro debate es si en una cadena pública debe contar con dos espacios propios (uno de ellos diario, y el otro semanal), sin réplica y que solo sirven para difundir consignas simplistas típicas de su populismo procesista. Cuando no habla de política, puede también exhibir -o manosear- sus intimidades y sentimientos y sube la audiencia.

La Cataluña amarilla ha convertido a Rahola en su Belén Esteban. El hecho diferencial catalán es la apariencia de una supuesta pátina intelectual y un aprecio mayor hacia el recato que no casa con Mediaset. Pero el pueblo llano del lazo ha elevado a Rahola en su princesa del pueblo. Y aunque la mona se vista de seda, mona se queda.