Tú que puedes
«Con el panorama general, y aunque no haya pillado tajada de los pérfidos saudíes ni tenga cuentas en paraísos fiscales, a mí también me gustaría escribir una carta de dimisión, deserción o despedida»
Si yo pudiera también le escribiría una carta a mi hijo diciéndole que me voy; que con ese mismo afán de servicio a la queridísima España que han guiado mis pasos en esta vida decido poner tierra por medio y acabar mis días en exilio discreto y templado, tal y como manda la tradición familiar. En mi caso no se trataría de un sacrificio provocado por mi mala cabeza con la caza, las rubias con apellido de filósofo sesudo y los jeques del petrodólar, sino más bien por un hartazgo considerable de este país cuya historia se repite tantas veces que ya ni se sabe si esto es tragedia, farsa o directamente astracanada.
El rey Emérito se despide con una carta al hijo que tiene su punto de disculpa por un marrón monumental para los Borbones y su futuro en la jefatura del Estado, dándole además la razón a los que piensan que la transparencia casa mal con una institución que vivió sus días de gloria cuando el resto éramos vulgo achantado que araba la tierra y moría en la guerra. También es cierto que uno se pone a contar en el Congreso a los que se declaran fervientes republicanos y le sale un elenco perfecto para una mansión del terror.
Por otra parte, dicen los monárquicos convencidos que como tenemos una Monarquía low cost, a Juan Carlos I no le quedaba otra que buscarse la vida con los cobros en negro, como si sus business fueran ñapas a domicilio. Podría ser un argumento plausible si no fuera porque, salvo cuatro privilegiados, en España todos vamos tirando de low cost.
En fin, que con el panorama general, y aunque no haya pillado tajada de los pérfidos saudíes ni tenga cuentas en paraísos fiscales, a mí también me gustaría escribir una carta de dimisión, deserción o despedida. Siempre pensando en mi queridísima España, faltaría más.