De aquella bronca a una buena colaboración
«En cierto modo Kamala Harris es una versión femenina de Barack Obama: familia burguesa de alto nivel cultural, su negritud es relativa ya que es hija de profesores universitarios extranjeros, india y negro, sin antecedentes dentro de la población descendiente de los esclavos»
Kamala Harris estaba casi predestinada a ser la compañera de candidatura de Joe Biden, ya que aportaba su juventud y su color, además de su gran capacidad de debate, que hacían mucho más completo el ticket —tranquilizando a quienes temen la edad avanzada del ex vicepresidente— y aportando una doble experiencia, como fiscal y como senadora, de verdadero valor.
En España y también desde el Partido Demócrata ha cundido pronto la voz de que es «muy izquierdista», pero todo su historial la coloca en la zona de centro-izquierda del Partido Demócrata. Ha sido desde luego muy activa en el terreno de la igualdad racial, pero eso es justamente lo que añade valor a su aportación. Quizá sea en su actuación como fiscal en la que se hallen algunos detalles más contemporizadores con el statu quo de la Justicia y las prisiones.
En cierto modo Kamala Harris es una versión femenina de Barack Obama: familia burguesa de alto nivel cultural, su negritud es relativa ya que es hija de profesores universitarios extranjeros, india y negro, sin antecedentes dentro de la población descendiente de los esclavos.
La lección que le dio a Biden en el primer debate entre candidatos a la presidencia fue homérica —por la oposición pasada de su rival al transporte de niños a las escuelas en autobús, busing, que ha servido para la integración racial—, y algunos pensaron que jamás se entenderían. Pero era una forma de hacerse conocer, y su relación ha sido muy fructífera. En principio, lo más parecido a una candidatura idónea.