MyTO

Marx no se equivocó

«A lo que en verdad estamos asistiendo en España ahora mismo es a la muy discreta y silente implantación generalizada de los tipos de interés negativos»

Opinión

EMILIO MORENATTI | AP

  • Gallego practicante pese a residir desde la tierna edad de 5 años en Barcelona, ciudad donde se licenció en Económicas. Ha sido editor de El Correo Financiero además de colaborar en distintas etapas, entre otros medios de comunicación, en COPE, ABC, Es Radio, El Mundo y Libertad Digital.

Un asunto que por alguna extraña razón no consigue despertar atención entre la prensa económica doméstica mantiene animada la bandeja de entrada de mi cuenta de correo electrónico durante estos últimos días de agosto. Así, justo antes de empezar a escribir estas líneas algo irritadas, acabo de recibir otro amable mensaje personal de uno de los bancos en los que tengo abiertas cuentas a la vista. Al igual que en los tres anteriores que ya se me habían remitido, me comunican en él que, a partir de septiembre, tendré que empezar a pagarles yo a ellos, que no ellos a mí, por seguir manteniendo viva nuestra relación mercantil. Todo a cambio de que me sigan haciendo el favor de aceptar mi dinero con el propósito de luego prestarlo a terceros con afán lucrativo. La cosa se maquilla en esas comunicaciones administrativas con varias gruesas capas de abstrusa cosmética retórica, pero a lo que en verdad estamos asistiendo en España ahora mismo es a la muy discreta y silente implantación generalizada de los tipos de interés negativos, no ya para los depósitos de las empresas grandes o pequeñas sino aplicados también al ahorro particular de las familias.

Por lo demás, resulta que tengo casi sesenta años cumplidos, lo que equivale a decir que todavía formo parte de aquella arcaica rémora antropológica que fue educada en unos valores burgueses entre los que el ahorro, máxima expresión en su día de la prudencia financiera, figuraba como un proceder moral digno de premio, un premio llamado intereses. Pero, perplejo, acabo de descubrir que esa conducta es hoy acreedora de justo y severo castigo por parte del sistema financiero. De ahí que en mi personal e intransferible condición de antigualla sociológica no esté psicológicamente preparado para entender una lógica, la de los nuevos tiempos, llamada a poner patas arriba la cosmovisión que heredé de mis ancestros. Porque esto, lo que apenas empieza, va para largo, para muy largo. De hecho, iba para largo incluso antes de que hiciera su aparición en escena el virus[contexto id=»460724″]. Huelga decir lo que va a pasar ahora. No, no asistimos a una molesta distorsión transitoria de prácticas financieras seculares sino a la modificación permanente de prácticas financieras seculares. Yo no volveré a cobrar nunca más ni un céntimo en calidad de intereses por los ahorros que guardo en el banco. Nunca más. Y tampoco los cobrará nunca más el lector que haya tenido la amabilidad de seguirme hasta el final de este párrafo.

La explicación resulta simple, a saber: el euro es una moneda inviable en la medida en que obliga a los países del Sur a endeudarse de forma crónica con los del Norte dada su incapacidad para competir con ellos a causa del inferior grado de desarrollo. Así las cosas, la única manera de mantener viva la divisa de modo artificial, con respiración asistida, ha sido tomar la decisión política, estrictamente política, de suprimir el pago de los intereses derivados de esa deuda colosal del Sur, tanto de la pública como de la privada. Para Alemania, que fue quien lo ordenó usando como intermediario al BCE, la disyuntiva era mantener la retribución del ahorro de una población tan envejecida como la suya propia, primera opción, o evitar la desaparición del euro, la segunda. Y eligieron la segunda. Pero es que el euro va a seguir siendo inviable mientras no exista una verdadera unión fiscal. Y esa unión fiscal no se va a producir nunca porque, para implantarla, habría que pasar por encima de los cadáveres de todos esos mismos envejecidos alemanes que son llamados a las urnas cada cuatro años. En insoslayable consecuencia lógica, nos podemos ir olvidando de volver a cobrar intereses por nuestro dinero en lo que nos quede de vida. He ahí otra de las paradojas terminales de nuestra época. Sociedades, las europeas occidentales por más señas, que envejecen a un ritmo tan acelerado como desolador y que deberían estar obligadas a fomentar el ahorro entre sus poblaciones, dada la expectativa de una larga vejez, se conducen al revés, justo al revés. Karl Marx, un pensador en extremo lúcido al que conviene no olvidar, erró en todo lo que tenía que ver con el comunismo, sí, pero su exhaustiva disección del capitalismo sigue siendo válida en muchos aspectos. Para el de Tréveris, el gran talón de Aquiles de ese modo de producción es la suicida tendencia interna que le empuja a destruir la base social sobre la que él mismo se asienta. Y es verdad. La eutanasia de los ahorradores será la muerte de la clase media.

9 comentarios
  1. Fedeguico

    Maxr no hizo otra cosa que equivocarse sistemáticamente porque era un zote integral, como todos sus admiradores fieles a la desvergonzada costumbre de culpar al capitalismo de los males que el marxismo o sus recalcitrantes residuos genera. El comunismo nunca se enfrentó a un verdadero capitalismo sino a la socialdemocracia, una especie de marxismo atenuado y por ende mucho más peligroso, dada la necia manía popular en identificarlo muy erróneamente con el libre mercado y la desregulación. La socialdemocracia es un marxismo que parasita el libre mercado sin llegar a matarlo para, además, disponer de un chivo expiatorio que garantice un pertinaz círculo vicioso: los males del intervencionismo se achacan a la escasa regulación y vuelta a empezar.
    Todo en aras de un premeditado resultado: promover sociedades cada vez más estancadas y relativamente pobres y dependientes, es decir, sumisas al poder político.

  2. Grossman

    Porque en el capitalismo, como en la vida, nada es gratis, si sale dinero en masa durante años con interés cero de la nada pues eso hay que pagarlo y es lo que sucede.

    En el capitalismo no hay engaño, en una economía libre la riqueza se produce por el intercambio de bienes y servicios que generan riqueza para las dos partes, de tal manera que si un capitalismo es capaz de desarrollar un sistema para hacer millones de intercambios, está beneficiando a millones de personas, no solo no destruye sus base, como decía él majadería, si no que la enriquece.

    De hecho los marxistas se han quedado sin base en los países capitalistas por eso se dedican al wikimo disfrazados de mil maneras.

    Libere la banca, cierren el BCE y dejen al mercado actuar y vera que pronto le pagan su dinero, el del ahorro, el de verdad no el de los papelitos del BCE.

  3. Grossman

    En fin, le he terminado de leer por educación pero como me gusta ser sincero, aunque ahora a eso le llaman mala educación, pues le diré que Marx, como tantas cosas no llevaba razón. Su razón era mezquina, sembrar el odio, por eso decía que el capitalismo destruye su propia base y eso es mentira, el capitalismo no destruye nada es el sistema con mayor creación de riqueza de la historia.

    Confundimos las intervenciones de los estados con el capitalismo y hoy, el sector más intervenido, yo diría cómplice, con los periódicos robos de los políticos es la banca.

    Lo del euro me ha llegado al alma, al parecer estamos condenados de por vida a tener déficit y deuda publicas desbocadas, ¡bravo Sánchez, eres un crac, gasta hasta arruinarnos!

    Pero lo que más me gusta es que, según usted, una moneda propia resolvería los problemas, vaya, Argentina y VENEZUELA no tienen problemas.

    Los bancos no pagan por el dinero porque tienen las alforjas llenas por el BCE, esto se traduce además en inflación que es un impuesto.

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