Suplemento de bicicletas
«Hay acopio artillero, básicamente para usarlo entre ruinas. En tal ambiente, qué alivio este suplemento de bicicletas. Cuando todo se derrumba, ahí están los ciclistas: elevándose y elevándonos»
Este año me he desentendido del ciclismo. Solo he visto, por avisos sueltos, algunas etapas menores. La primera creo que fue de la Vuelta a Burgos. Qué subidón volver a ver a los ciclistas, tras estos tortuosos meses. Había bastante público en las carreteras y en los pueblos: todos con mascarillas, que no contenían el entusiasmo. Me pareció un precioso ejercicio de resurrección; algo así como la respiración artificial. Cada aplauso apuntalaba un trozo de la vida anterior.
Y de pronto el Tour, la formidable locomotora. Llega en las fechas de la Vuelta y el efecto es el que tenía la Vuelta antes, cuando empezaba en abril: una irrupción arrasadora, que tiraba de las tres semanas siguientes.
Recuerdo que cuando aún no era aficionado y no sabía qué día empezaba la Vuelta, ni estaba al tanto de las vueltas pequeñas ni las clásicas, llegaba un momento en que el televisor se llenaba de bicicletas; y también, por contagio, la calle. En aquel tiempo la televisión se derramaba fácilmente en la calle: después de ‘Tambores lejanos’ salíamos haciendo el semínola, y después de ‘El luchador manco’, el karateca. Al ver a los ciclistas en la tele, nos acordábamos de nuestras bicis. O bien montábamos carreras de chapas.
Veo ahora la cuarta etapa, la primera con final en subida. El pelotón discurre por un valle con luz inusual para el Tour: no la intensidad abrasadora de julio, sino una nitidez líquida, languideciente. Son emociones nuevas, de orden cromático.
Ya empiezan a subir. No sé si es por sugestión, pero también veo las sombras de los ciclistas más alargadas que nunca: pedalean notablemente duplicados. El sol se tiende en la cuesta, como para que asciendan por su miel doliente. Hay competición, uno arranca y gana. Pero también ahora priman los aspectos plásticos.
Comienza una temporada político-periodística que se presume salvaje. Se exige pelea en un momento en que lo que menos me apetece es pelear. Hay acopio artillero, básicamente para usarlo entre ruinas. En tal ambiente, qué alivio este suplemento de bicicletas. Cuando todo se derrumba, ahí están los ciclistas: elevándose y elevándonos.