THE OBJECTIVE
José García Domínguez

Por qué China censura a Piketty

«En Occidente, es sabido, la corrupción forma parte del sistema; en China, por el contrario, la corrupción es el sistema»

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Por qué China censura a Piketty

Lo cuenta Branko Milanovic, el mayor especialista mundial en desigualdad, en su último libro, que trata del capitalismo político chino. A mediados del caluroso verano de 2014, el vicepresidente de la Comisión Militar Central del Buró Político del aún hoy llamado Partido Comunista era cierto Xu Caihou. Un hombre ahorrador, el camarada Xu; tanto que el día de su detención la Policía descubrió con algún asombro que los mil novecientos metros cuadrados del sótano de su casa estaban todos ellos cubiertos por una montaña de billetes de banco (dólares, euros y renmimbis, la moneda local), que en total pesaba más de una tonelada. Por lo demás, hicieron falta diez camiones del Ejército solo para retirar los objetos de valor y obras de arte que Xu guardaba en el resto de la casa. Pero no fue la del camarada Xu, sin embargo, la incautación de dinero y bienes más importante a un dirigente en los últimos tiempos. El líder de esa liga sigue siendo, al menos de momento, el antiguo vicepresidente del departamento del carbón del Instituto Nacional de Energía, en cuyo domicilio se encontraron 26 millones de dólares en efectivo. Fue preciso, a decir de las crónicas locales de la propia prensa oficial, utilizar 16 máquinas de contar billetes durante la requisa, cuatro de las cuales se habrían estropeado en el transcurso de la operación a causa del excesivo tiempo durante el que estuvieron funcionando. La lista, por lo demás, no para de crecer.

Porque en Occidente, es sabido, la corrupción forma parte del sistema; en China, por el contrario, la corrupción es el sistema. La corrupción es el sistema y, en la medida en que forma parte indisociable del corazón mismo del sistema, su eventual erradicación llevaría aparejada, y de modo inevitable, la muerte súbita del propio sistema. De ahí la extensión ubicua de sus tentáculos a lo largo de todos los rincones del país. También de ahí la lúcida conciencia por parte de la élite del poder de que plantearse en serio su extinción equivaldría a abocar a la autodestrucción al Partido Comunista. Porque la corrupción generalizada constituye un elemento estructural imprescindible para la continuidad misma del régimen. Y ello es así por la peculiar naturaleza del capitalismo político chino, tan distinto en todo al individualista occidental. Una esencia doctrinal que Deng Xiaping ilustró en su día apelando a la metáfora de un pájaro enjaulado. Si la jaula resultase demasiado pequeña y opresiva, el pajarito capitalista, sostenía Deng, terminaría muriéndose; si se le dejase completamente libre, el pajarito no tardaría en escaparse para vivir a su libre albedrío. En consecuencia, la vía correcta a seguir en el futuro tendría que pasar por construir jaulas lo bastante grandes y espaciosas como para que los empresarios privados tuviesen suficiente libertad de movimientos, pero nunca tanta como para siquiera caer en la tentación de pensar en competir con el Partido-Estado por el control del poder.

He ahí la razón primera y última por la cual resulta completamente imposible algo remotamente parecido al Estado de Derecho en China.  Imposible, sí, porque la viabilidad de la jaula requiere de la existencia de una burocracia estatal en extremo cualificada y eficiente, muy meritocrática, cuyo cometido expreso sea garantizar la continuidad del crecimiento económico, único baluarte sobre el que se sostiene la legitimidad del Partido ante la población a fin de seguir monopolizando el poder. Pero, y ahí la gran contradicción, para que el poder del Partido nunca pueda ser cuestionado resulta imprescindible la arbitrariedad en la toma de decisiones, una arbitrariedad crónica que permita castigar a unos y premiar a otros, o sea, la antítesis misma del fundamento primero de todo Estado de Derecho. La burocracia china nunca, y por su propia naturaleza, se podrá someter al imperio de la ley, lo que la aboca a un estado de corrupción perpetua, lacra que acentúa las grandes desigualdades sociales a las que ya de por sí tiende el orden económico. También lo cuenta Milanovic, con la información estadística disponible se puede afirmar que la desigualdad en la China actual supera de modo significativo a la de Estados Unidos, acercándose mucho más a los estándares habituales en América Latina. Se entiende que censuren a Piketty. Les sobran los motivos.

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