Cada noche, en su televisión
Vuelve MasterChef Celebrity: ahí va, qué chorrazo. ¡Viva! Por fin podemos cenar viendo a Celia Villalobos echándole hueso de vaca al puchero y a otros tunantes jugando a las cocinitas. Nunca se ha gastado mejor el dinero del contribuyente. Te molestas en montar una televisión pública que no dependa de la publicidad y la alicatas con concursos de talento. Falta un sucedáneo de Sálvame y ya estaría completa la parrilla.
Los talent shows son una de las cosas más repugnantes del mundo: un artificio neoliberal para volver a colarnos la milonga del «puedes alcanzar tus sueños» siempre que el sistema esté dispuesto a permitírtelo. Todos funcionan, esencialmente, de la misma manera: una amalgama de concursantes variopintos, con las historias personales más abracadabrantes que los del casting hayan podido encontrar, enfrentados a un jurado que ha visto más de lo debido La chaqueta metálica y aun así no la ha entendido. Todo el santo día teniendo que demostrar el esfuerzo, la pasión y que eso que estás haciendo (desplumar perdices, cantar rancheras o coser el dobladillo de un pantalón) lo que más deseas en el mundo, ¡tu verdadera vocación! Y si no das la talla (a juicio de Samantha de los Vallejo Nágera de toda la vida, el que no pagaba a sus trabajadores y el otro), más te vale hacer un acto público de arrepentimiento. «Se han presentado tropecientos mil aspirantes (la palabrita se las trae) y que desperdicies esta oportunidad es un insulto para ellos». Imagínate ofender a un tipo que quería hacerse famoso haciendo escabeches en prime time. No podría soportarlo.
En fin, que ahora vuelve el programa de cocina con el que nadie jamás aprendió a guisar con su recua de famosos venidos a menos. Creo que luego le toca a los niños (¿no tenemos un defensor del menor?) y después volverán los del «mi sueño siempre ha sido cocinar» pero apuntarme a una escuela de hostelería me venía fatal. Estará la vieja entrañable, al que se le murió la madre, el macarra con buen corazón y el sabiondo odioso. Excelente servicio público. El mes que viene voy a pagar el IVA con muchísimo gusto.