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Un chiste malo

«Instalados en la más áspera de las simplezas, la pareja de baile solo tiene en mente evitar el pisotón del otro»

Opinión

Emilio Naranjo | EFE

  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso a los mandos de cualquier cosa en uno de los momentos más críticos de cualquier situación. Parece el inicio de un chiste malo pero ahora mismo es la realidad que tenemos. Sánchez y Ayuso son los responsables del nuevo grupo de trabajo para contener la segunda ola del bicho en la Comunidad de Madrid. Para echarse a temblar. Ambos dirigentes han dado sobradas muestras de su ineficacia gestora y de la desagradable manía, tan en boga entre las nuevas hornadas de políticos patrios, de enhebrar un discurso pensando más en sus seguidores en las redes sociales que en el bien de los ciudadanos.

Si uno escucha a Ayuso solo alcanza a decodificar en caracteres de twitter una retahíla de sandeces enmohecidas y tópicos folclóricos de estampilla. Sánchez, en cambio, tiende más al postureo televisivo y a la inanidad argumentativa del post oficial. Sabe bien que sus palabras son más falsas que los milagros de Lourdes y que, como buen tahúr, echará mano del ingenio pícaro para salir vencedor de una partida en la que las cartas no siempre le son propicias.

Instalados en la más áspera de las simplezas, la pareja de baile solo tiene en mente evitar el pisotón del otro. Aquí se trata de ganar followers como dos influencers impúberes de sonrisa de dientes largos, y que se joda el mundo todo. Si a uno le va el rollo de salvarle la vida al prójimo, se mete a misionero en algún país africano, pero en ningún caso opta por la carrera política, el único ascensor social que les queda a los que aun no siendo ni de lejos los primeros de la clase, son más listos que el hambre. Si no, mira tú a Rufián viviendo en Madrid a cuerpo de rey con su lucha de clases a cuestas.

Un chiste malo, ya digo.