Joe Biden, el nuevo presidente de los Estados Unidos....pero, ¿cuándo?
La noche electoral se alarga, a la espera de la batalla judicial de Trump, con el aspirante demócrata ya presidente ‘in péctore’
En Texas, los más recalcitrantes, aseguran que el estado es tan grande que resulta imposible salir de allí: los límites nunca se alcanzan. ¿Qué habrá más allá? Probablemente, nada, long horns, ganado con cuernos enormes. ¿Qué habrá más allá de esta noche electoral que continúa desde el 3N cuando, aparentemente -uno ya no sabe si creer a sus propios ojos- vamos por el día 7 de noviembre? La noche electoral parece una noche tejana que no respeta ni que los días se acaben. Más que una Junta Electoral Central -usemos la legislación española- el espectáculo democrático parece convocado por la CNN: “Electoral Night……to be continued….”.
Donald Trump ha insultado repetidamente a su rival: Sleepy Joe, Pepito el Dormilón, Biden for Resident, que no for President, para la residencia, que no para la presidencia… Después de semejante ejercicio de estilo, ¿cómo puede sentar perder con el peor contrincante, aspirante a candidato de la historia, como Trump ha estado llamando a Biden durante la campaña? ¿Puede temer algo un señor de 77 años, como Joe Biden, al que de pequeño le preguntaban que quería ser de mayor y contestaba “Presidente de los Estados Unidos”? Va a ser presidente de mayor, de hecho, de serlo sería el de mayor edad de toda la Historia de la nación.
Hace unas horas el candidato demócrata ha comparecido para anunciar que “estamos ganando y vamos a ganar cuando se acabe el escrutinio”. Biden tiene el reto mayúsculo de unir al país, de sostener el liderazgo mundial de Estados Unidos, de reforzar el sistema de salud y limar la exclusión social, de atender a 25 millones de parados golpeados por la pandemia. Pero Biden, que es hijo del sistema, ha sido reconstruido físicamente (pelo, dentadura, rostro) para rejuvenecer su estampa electoral y, bajo su dirección, se tendrá que diseñar un nuevo entendimiento y también nacerán nuevos liderazgos.
El presidente in péctore sufrió con 45 años un aneurisma que lo llevó al borde la muerte, al punto de que un sacerdote solicitó la extremaunción. Era el 12 de febrero de 1988.
Han pasado más de 32 años. La vida es esto.
Normalmente, cuando se deciden las elecciones los americanos gritan “Ya soy un presidente más viejo”. En estos días, esta frase tan recurrente ha tomado un sentido extraño en suelo estadounidense.