Iglesias y Otegi: menuda Navidad
«El cambio de régimen ya está aquí, con la España indolente de siempre a la que se le han apolillado la bandera de 2017 y las ganas de vivir».
En un Vistalegre, creo que el de la purga, uno vio banderas del nacionalismo cántabro. Desde siempre creímos que Santander era la salida natural al mar por el Norte de Castilla -por el Sur es Málaga, como bien sabe Magnífico Margarito- pero no: el podemismo te sacaba separatas hasta de la bella Montaña Palentina, que ya son ganas.
La cosa fue que Pablo Iglesias, niño frapero, escoliosis de las condiciones objetivas, muñidor de la «banda de Sánchez», se nos encendió el otro día en lo de Ferreras. Y se encendió defendiendo a Arnaldo Otegi con una virulencia, con una fuerza, con la que jamás ha defendido a los de abajo. Porque Iglesias tiene los referentes que tiene, el Frap y así, y por eso le pone esto de ser el maketo más cafetero y decir con toda la pachorra que los privilegios fiscales de Vascongadas y Navarra -aka el foralismo más carlistón- es una política de izquierdas.
La última batalla, mientras da jabón a Otegi, pasa por ir contra Ayuso y sus buenos números. Lo bueno es que Ayuso, que tanta muerte ha visto que hasta le ha mudado de color, se sabe musa contraria del Gobierno de Coalición (lo dice la prensa francesa) y eso, frente a Cuca Gamarra y Teo García Egea, es un mérito de un partido como de porcelana Lladró. El de los Teos y las Cucas, claro.
El cambio de régimen ya está aquí, con la España indolente de siempre a la que se le han apolillado la bandera de 2017 y las ganas de vivir. La paradoja de Iglesias es que nadie lo cree, y ahí está, poniendo en jaque el fondo de recuperación con una fiereza indomable. Con moño o con laca del Alcampo le va bien lo que dicen que cuentan que le decían al Cid campeador: «Qué buen vasallo si oviesse buen senyor».
Iglesias pierde el oremus con Otegi y Ortega Lara aún no ha pedido perdón por ser secuestrado. Pero aún así nos cuesta entender que el vicepresidente le tenga tanta estima al mundillo abertzale hasta darle rol de «dirección del Estado». Que parece que Iglesias salió de la Plaza de la Mariblanca para meterse en un gaztetxe o una herriko a bailar rock radikal y a jugar al rol, insisto, de maketo integrado y ‘enrollado’.
El vicepresidente sabe que los tiempos que vivimos o traerán la España rota o la curva descendente. Pero él tiene sus prioridades y sus otegis.
Si España llega a las uvas, o a los cuartos, será una quimera. En Galapagar, 2021 entrará como entran las cosas que no tienen mucho sentido, que diría el vate. Y hasta puede que baje el Olentzero por el pie de monte del Guadarra por darle plurinacional y cogobernanza a las tradiciones y a los civiles que cuestionan el chalet bajo el nevazo.
Por lo demás, vigilen el cinturón y no lean demasiado. El ministerio de la Verdad te persigue y no queremos ningún jaleillo en estas fiestas del solsticio.