MyTO

¡Oh, Europa!

«’Parliament’ desnuda a españoles, italianos, ingleses o alemanes. Como en toda comedia, amplifica sus defectos de forma extrema. También los de la política europea.»

Opinión

Filmin

  • Laura Fàbregas (Barcelona, 1987) se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus primeros pasos en el periodismo los dio en Catalunya Ràdio, cubriendo la información política desde Madrid. También trabajó en la corresponsalía de Roma de la emisora radiofónica Cadena Ser, y posteriormente estuvo cinco años trabajando para la delegación catalana de El Español hasta incorporarse en la sección de Nacional, donde abarcó la actualidad del Gobierno. Su última etapa antes de desembarcar en The Objective fue en Vozpópuli como redactora de política.

La política europea es probablemente la política más aburrida, burocrática y gris del Viejo Continente. Sobre todo desde la irrupción de la llamada nueva política, que impregnó con las crisis de 2008 los Parlamentos nacionales de salsa rosa y excentricidades varias…Con el permiso de Italia, que va tan por delante en experimentos populistas que Silvio Berlusconi parece ahora un hombre de Estado.

En la Eurocámara, por supuesto, también ha permeado parte del tomate con el que se elabora la salsa: ha visto desfilar a Michael Farage o al propio Pablo Iglesias antes de que se convirtiera en el primer defensor de la Constitución del 1978. Pero quién sabe si, gracias a tener a tecnócratas y funcionarios bajo los fogones de la cocina comunitaria, las instituciones europeas han podido mantener más intacta la lógica de la política tradicional. Que siempre será más efectiva que efectista, más concreta que gestual.

Por todas estas razones, la serie Parliament, en Filmin, logra ser tan entrañable. Con grotesca claridad señala todas las miserias, imperfecciones y nimiedades del sistema: el político que está ahí para follar y el que solo quiere un sueldo fijo, la dirigente maquiavélica o el alto funcionario que, como ya demostró otra sitcom del género, Sí, ministro, es quien realmente corta el bacalao. 

Parliament desnuda a españoles, italianos, ingleses o alemanes. Como en toda comedia, amplifica sus defectos de forma extrema. También los de la política europea. Pero, al fin y al cabo, entre politiqueos y denuncias del populismo contra el Parlamento Europeo, hay espacio para el idealismo en la figura del protagonista.

Al revés de la inmensa mayoría de series españolas, que en su pretensión de profundidad intelectual caen, en el mejor de los casos, en una equidistancia naïf, Parliament acaba sirviendo a la causa europeísta. A los formalismos, aunque a veces exasperantes, de la democracia representativa. Lejos de los cantos de sirena del populismo.