Hacia el año de, quizá, la última oportunidad
«Algunos agoreros milenaristas ya advierten que en 2029 la España actual, políticamente unida aunque tan desigual, habrá dejado de existir»
Llega un año -¡ya era hora!- que inevitablemente va a ser diferente del ‘horribilis’ de 2020 porque las vacunas van a ir reduciendo, demasiado despacio sin duda, el impacto de la pandemia y porque el cambio político a la cabeza de Estados Unidos es de importancia histórica y, según todas las previsiones, va a relanzar modelos de cooperación y sensatez en las relaciones internacionales.
La pandemia ha servido de trágica tela de fondo para la extrañísima campaña electoral que cerraba la extrañísima Presidencia de Donald Trump, y a pesar de la batalla sin precedentes que éste está librando para darle la vuelta a los resultados electorales, es de suponer que en tres semanas se produzca el relevo y el moderado y avezado Joe Biden inicie un proceso, de resultados inciertos pero al menos digno de apoyo, por reconstruir una unidad social desgarrada por su excéntrico predecesor y por la falta de principios de éste.
El otro objetivo de la Presidencia Biden-Harris es rehacer unos lazos transatlánticos con unas democracias europeas que tienen sus propios problemas de desuniones y populismos, pero que se enfrentan como todo el mundo a un reto mayor: el deseo, en la era de la tecnología todopoderosa, que tienen dos regímenes autoritarios como el ruso y el chino de erigirse en árbitros dominantes de la política y la economía mundiales.
El brutal impacto de la pandemia[contexto id=»460724″] sobre estos procesos ha permitido el desarrollo de fenómenos locales que probablemente habrían sido diferentes en una situación más normal, sin el triple mazazo de la enfermedad, el aislamiento y el empobrecimiento.
No es el menos notable –junto a procesos como los de Venezuela, Brasil o México- el de una España que se encuentra con el gobierno quizá más atípico de su Historia –más incluso que el del Frente Popular-, jugando al equilibrismo con las fuerzas más extremistas y separatistas del panorama del momento. Algunos agoreros milenaristas ya advierten que en 2029 la España actual, políticamente unida aunque tan desigual, habrá dejado de existir y que –como poco- Cataluña y el País Vasco la habrán abandonado.
Todo esto, contado hace un año o dos, habría parecido política ficción, pero ya sabemos que el proceso ya empezó un 11 de marzo de 2004 y que el virus mortífero le ha dado el empuje decisivo. La ruptura de una sociedad y de una nación no está consumada aún, pero 2021 nos dirá –quizá a través de la propia ineptitud de los actuales gobernantes- si la democracia y la unión del país pueden aún esperar salvarse.