Un Gobierno de pegatina
«Los publicistas del Gobierno tuvieron el detalle de no cubrir el embalaje con una enorme foto de Pedro Sánchez, nuestro gran benefactor»
«Gracias a Dios», resumió Araceli cuando terminaron de inyectarle la primera dosis de la vacuna Pfizer en España. Como buena nonagenaria, se santiguó antes, mantuvo la calma durante y dio gracias a Dios al terminar. Todo fotografiado y televisado desde primera hora de la mañana del domingo. Ya es una mujer famosa que, incomprensiblemente, no se ha enterado de que a quien tiene que agradecérselo todo es a Pedro Sánchez.
Produce vértigo calibrar cuántas horas de trabajo y dedicación, de conocimiento científico y creatividad, de minuciosos análisis de prueba y error, de ensayos clínicos fallidos y esperanzadores, de preparación logística y cuidado de todos los detalles hay detrás de cada uno de esos voluminosos contenedores de vacunas que los propagandistas de Pedro Sánchez cubrieron el sábado con una enorme pegatina con el logo de Gobierno de España. Son incontables las personas que han volcado su sabiduría, su competencia, su imaginación, su esfuerzo y su dedicación para que esos grandes cubos contengan la esperanza de superar, en el año que empieza esta semana, la pesadilla en la que nos hemos visto hundidos durante el año que también termina en esta semana.
Una oportunista pegatina intentó opacar esa impresionante tarea colectiva de colaboración entre personas, empresas e instituciones para apropiarse -en beneficio de quien nada ha hecho- de todo lo bueno a los ojos de quienes solo vean una foto en las noticias. Tenemos un Gobierno de pegatina decidido a apropiarse del protagonismo de la esperanza y tapar -tras la pegatina- los incontables desaguisados de una gestión tan mala como reflejan los datos -reales- de mortalidad de la primera ola.
Durante la mañana del sábado se sucedieron las comparaciones de la imagen de esos primeros contenedores de vacunas que ofrecían los demás países europeos; todos con mejor o mucha mejor gestión de la pandemia que España pero que, por suerte para sus ciudadanos, no tienen propagandistas al mando. En todas partes eran cajas desnudas, casi anónimas, sin más señales que algún logo menor de los suministradores. Aquí no. Los publicistas del Gobierno tuvieron el detalle de no cubrir el embalaje con una enorme foto de Pedro Sánchez, nuestro gran benefactor. Si hubieran tenido un mínimo respeto por los hechos, la pegatina podría haber sido de agradecimiento a los científicos de BioNtech junto a la capacidad farmacológica de Pfizer, a los negociadores de la Unión Europea, y también a los encargados de la logística con una vacuna que debe viajar a muy bajas temperaturas. Pero no, el objetivo es que sea a Sánchez -al padrecito vacuna– a quien debamos dar las gracias por la salvación.
Hace más de una década, los economistas Robinson y Acemoglu, transformaron en best seller mundial un libro de comparativa económica que intentaba dar respuesta al título de la obra: ¿Por qué fracasan los países?. Pues fracasan cuando padecen la combinación de élites extractivas al mando que operan con la arbitrariedad que les conceden unas instituciones debilitadas o precarias. ¡Bingo! Para élite extractiva un Gobierno que es capaz, incluso, de intentar apropiarse de una vacuna en la que no tiene ni arte ni parte, en lugar de pedir humildemente disculpas por los desaguisados de este primer año de pandemia. Nuestro Gobierno de pegatina encarna a la perfección la cualidad de élite extractiva determinada a debilitar las instituciones para ejercer su poder con total arbitrariedad.
Ya sabemos a quién debemos agradecer la vacuna. Pero ¿a quién habrá que agradecer la pésima gestión de este año? A quién que, hasta pasado el 8 de marzo, la cantinela oficial fuera que en España «habría, a lo sumo, uno o dos casos» (nos iba la vida en ello); o aquello de que el virus era «como un gripe, pero menos grave»; o a quién lo de que las mascarillas eran inútiles o contraproducentes (porque no había); o los pedidos de mascarillas defectuosas -cuando ya era inocultable la falta que hacían- que hizo el Gobierno de la pegatina, y por el que nadie ha rendido aún cuentas; o a quién le agradeceremos el ocultamiento del número de fallecidos (más de 70.000) y la negativa gubernamental a rendir el debido homenaje a todos ellos, porque con los datos reales España se eleva hasta a la categoría de líder mundial en muertos por millón de habitantes en la primera ola; o a quién el cerrojazo medieval a la vida y a la actividad económica del país durante tres meses que ha destruido tantos negocios y oportunidades de empleo… o, ya en estos últimos días, a quién le agradeceremos que España fuera de los últimos países europeos en reaccionar a la alerta que lanzó Reino Unido por una nueva variante de Covid más contagiosa, o a quién que el ministro Illa siga sin autorizar los test de antígenos en las farmacias. Todo eso, y mucho más, queda tapado con el amplio cartel que, para vergüenza de quien aún tenga algo de eso, cubrió -para la foto- los contenedores de la vacuna que empezó este domingo a suministrarse en unas pocas residencias de ancianos repartidas por toda España.
La operación-vacuna empezó a primera hora de la mañana en Guadalajara con Araceli y Mónica, una anciana residente y una trabajadora de ese centro. De momento es solo una esperanza, pues ayer fue simbólico el número de ancianos y trabajadores en residencias que recibieron la primera de las dos dosis necesarias: se repartieron 9.750 dosis entre toda España, según los datos oficiales. Si todo va bien y se cumplen milimétricamente los planes y los plazos, cuando empiece abril estarían vacunados 2,3 millones de españoles, menos del 5% de la población. Aún faltará muchísimo para la esperada inmunidad de rebaño.
Pero pierdan cuidado. Mañana los expertos que han pasado el examen del Gobierno para permitirles calificar la acción gubernamental de este año ratificarán que todo va bien. Lo harán mañana porque hoy es el día de los Santos Inocentes… y no quieren que nos dé la risa.
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