El fraude Errejón
«Íñigo Errejón sabe bien lo que es ganar dinero sin dar un palo al agua, pero sí a la Universidad de Málaga»
El discurso político se ha hecho cada vez más escueto. De los libros hemos pasado a los artículo, y de ahí a los totales de televisión, y a los tuits. Para hacer efectiva la comunicación en un tuit es necesario jugar con el contexto, que añade todo lo que los apenas tres centenares de caracteres no pueden mostrar.
Así, Íñigo Errejón comparte una información del diario El País, con el titular Los 50 más ricos elevan su fortuna en 640.000 millones en el año del COVID, y añade por todo comentario «la polarización». “Polarización” hace referencia al lema de que los ricos se hacen más ricos, mientras que en el otro polo de la escala los pobres se hacen más pobres. En la mente de Errejón, como un eco de El Capital que él no ha leído, esa polarización económica lleva a una política de la que espera beneficiarse como político. No es que lo que sugiere (su tuit no da más de sí) sea cierto: En 1990 había casi 2.000 millones de personas con una renta menor a 1,90 dólares de hoy al día, y en 2015 eran 730 millones de personas. La pobreza remite en el mundo, en la misma medida en que las ideas de Errejón retroceden ante el capitalismo. Tampoco es que todo ello sea de dominio público. Lo único que necesita el líder de Más País es que sus seguidores compartan su desprecio por la realidad.
En otra comunicación apretada, en la misma red social, Errejón comparte una imagen en la que se ve, bajo el epígrafe «origen de la riqueza de los multimillonarios», un gráfico de distintos países, con porcentajes que se corresponden con lo que promete el enunciado: una parte es heredada, otra a la creación de empresas, un criterio recoge al trabajo al más alto nivel, el sector financiero tiene su sitio, y las conexiones políticas, no podía ser de otro modo, tiene también el suyo.
Las conexiones políticas son lo que han hecho inmensamente rico a Nicolás Maduro y a toda su familia, que lleva una vida de escándalo, devorando en fiestas y lujos inimaginables el torrente de dinero que extraen del pueblo venezolano y del lucrativo negocio de las drogas. Errejón lo sabe, y lo calla minuciosamente.
Lo que sí dice, en su tuit, es lo siguiente: «Diccionario neoliberal-español: cuando oigan ‘mérito’ están diciendo ‘herencia’”». Íñigo Errejón sabe bien lo que es ganar dinero sin dar un palo al agua, pero sí a la Universidad de Málaga. Es tan vago que del liberalismo todo lo que sabe es lo que él se pueda imaginar, como que promulga la vinculación entre riqueza y mérito. Como él tiene poco mérito, pero no pocos ingresos, se ve en la necesidad de desmentir esa falacia, produciendo muchas otras aún mayores.
El diputado no ha leído el informe del que extrae esos gráficos. Si lo hubiera hecho, habría callado con furia sus principales conclusiones: que cuanto más dinámica es una economía, como es el caso de los Estados Unidos, menor es el peso de la herencia. En un libro escrito hace una década, los sociólogos Thomas Stanley y William Danko observaron que en ese país un 60% de los millonarios lo son de primera generación. Es decir, por sus propios medios. Tanto ese libro como el informe que menciona Errejón se recoge que el peso de la herencia se diluye en sólo dos o tres generaciones.
El fraude Errejón no es sólo económico; es también intelectual.