El último resistente
«Sospecho que el duque de Edimburgo representaba al último resistente, al último miembro de una familia real empeñado en resistir la mirada del escultor»
Las modernas monarquías democráticas son mitos constructivos que algunos pueblos eligen darse a sí mismos. Ahí radica –para mí– su superioridad: no se engañan sobre lo que son.
El riesgo que corren es evidente: a ninguna estatua le gusta ver el rostro del escultor que la forjó. Estas monarquías llevan la corona con la levedad del interinaje. Ser rey en una poliarquía es ser soberano sentimental, que no es poca cosa, pero tampoco es ser propietario definitivo. El paradójico propietario definitivo de la corona es el pueblo.
Sospecho que el duque de Edimburgo representaba al último resistente, al último miembro de una familia real empeñado en resistir la mirada del escultor. Y por eso se lo apreciaba. Con su actitud contribuía a mantener vivo el mito de su consorte y a que el pueblo británico decidiera llevar con discreción sus derechos de propiedad sobre sí mismo.