Una épica gris
«La ciudadanía necesita un proyecto político que cambie de opinión según los dictados de la realidad y que recupere para el odioso marketing político la actitud artesanal del ‘háztelo tú mismo’ punk»
Entre dimes y diretes llevamos en Cataluña un buen puñado de meses sin gobierno constituido y sin la brasa de los procesistas. Y, oigan, no se vive tan mal. Sólo hace falta poner un rato la oreja por la recién estrenada campaña madrileña para sentir el mayor de los hastíos.
Vivimos una época ciertamente anodina. No es únicamente la tristeza por esta vida con bozal, sino de una carencia de dignidad en la gestión pública convertida en un sombrío postureo que se arrastra sin pausa por las redes sociales. Ante la imposibilidad de cambiar el mundo, juguemos con la gramática en caracteres contados. Ahí tenemos a los/las/les igualitarios/as/es de la cosa haciendo malabares con los géneros como si no existiera un mañana multicolor de lisérgicos arcoíris.
Tal es el desmoronamiento moral que el tradicional centroderecha echa ya sus números por ver si puede gobernar la Comunidad de Madrid con un partido que en cualquier parte del mundo con menos extravagancias que esta España bendita sería catalogado como nacionalista, ultraderechista y populista peligroso. De igual modo, el sanchismo no deja de asombrar diariamente al mundo con su carencia de escrúpulos y un discurso de frivolidades extremas.
Con todo ello, casi estamos tentados de aplazar el réquiem por Ciudadanos. Sí, deseamos su desaparición fulminante cuando la malhadada foto de Colón; sin embargo, tal y como está el panorama, se antoja necesario para una épica gris un partido centrado y cabal que ponga un poco de orden y acción constructiva a tanto cacareo de corral.
Seguramente ya sea demasiado tarde y tal vez se hayan ganado a pulso su suerte última. Pero ahora pienso que la ciudadanía necesita un proyecto político que cambie de opinión según los dictados de la realidad y que recupere para el odioso marketing político la actitud artesanal del ‘háztelo tú mismo’ punk. Será que, como al Rhett Butler de la cancelada Lo que el viento se llevó, me gustan las causas perdidas cuando están perdidas de verdad.