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Enemigos íntimos

«Tanto los pragmáticos como los descerebrados no han dejado de repetir que su objetivo es imponerse a la mayoría».

Opinión

ALBERT GEA | Reuters

  • Badalona, 1976. Licenciado en Periodismo y Filología Hispánica. Ha trabajado en radio, medios escritos y agencias de comunicación. Ejerció la crítica cinematográfica en la revista especializada Dirigido Por durante más de una década y ha participado en varios volúmenes colectivos sobre cine. Ha publicado en El Mundo, La Vanguardia, Letras Libres, Revista de Libros, Factual, entre otros medios. Es autor de los libros Amores cinéfagos (Jot Down Books, 2023) y Viajando con ciutadans (Editorial Tentadero 2007/Editorial Triacastela 2015).

Se odian profundamente pero con cordialidad. Tanto es así que después de un espectáculo bochornoso han sido capaces de cerrar un acuerdo de gobierno que se presume de cuchillos largos. ERC y la antigua Convergencia llevan muchos años llevándose mal. Cosas de independentistas que juegan a la desunión incluso en las propias filas y filias. El cambalache es tal en Cataluña que ahora mismo el pragmatismo es patrimonio de ERC y aquellos pulcros convergentes hoy tienen el instinto persistente de echarse al monte de la unilateralidad. Así de entrada no pinta muy bien.

Desde que se inventó el procesismo por estas tierras la política no da pie en bola. Según dicen, todo es culpa de Madrid y su caverna mediática. Será que son especialistas en echar males de ojo y por eso no conseguimos salir del desaguisado incompetente y la turra ensordecedora del soberanismo.

Algunos desalmados y de escaso corazón pensamos que tal vez la culpa se deba a crearse problemas donde no los había. Aquí no hace mucho se vivía relativamente bien. Tan relativamente como se puede vivir en España, of course, pero no tan mal como para montar un circo que sólo ha traído desgracias, desgarros sociales, decadencia económica y políticos en prisión.

Los enemigos, por eso, no se dan por vencidos. Tanto los pragmáticos como los descerebrados no han dejado de repetir que su objetivo es imponerse a la mayoría y seguir con el sonsonete cansino de la independencia. De momento, han empezado por repartirse el pastel de cargos, que había mucho pedigüeño repitiendo incansablemente qué hay de lo mío. Así que no hay enemistad suficiente que consiga destruir un pacto basado en los intereses compartidos. Ellos hablan de un proyecto común para conseguir la tan ansiada libertad del pueblo, pero para contentar a las partes han empezado por repartirse un presupuesto millonario.