Hablar de Gaza
«A veces es necesario hacer una pausa, tomar aire y pensar que un bombardeo indiscriminado es criticable, opine lo que opine nuestro adversario político»
Tras la muerte de George Floyd a manos de un policía de Michigan, el movimiento Black Lives Matter congregó a cientos de miles de personas en ciudades de Estados Unidos. Como la moral pública no es ajena a las modas, en España vimos replicadas esas manifestaciones en muchas ciudades. Ser ciudadano del mundo está demodé, pero las redes sociales nos permiten tomar partido de cuanto acontece en un planeta cada vez más pequeño. Lamentablemente, no se puede entender de todo y la mayoría termina opinando sobre esto o aquello en función de sus filias y fobias nacionales.
A algunos les hace gracia Íñigo Errejón y tuitean a favor de López Obrador o Pedro Castillo. A otros les subleva que Irene Montero diga ‘niñes’ y se manifiestan, en un afán que consideran subversivo, a favor de Donald Trump: lo importante es pensar (es un decir) lo contrario que Pedro Sánchez o que Esperanza Aguirre, distanciarse globalmente de quien nos provoque sarpullidos. Siempre había considerado esta frivolidad irritante, pero humana.
Sin embargo, ante la escalada bélica en Gaza, reconozco que mi tolerancia se resiente. Nunca entendí el placer que una parte de la derecha encontraba en elogiar públicamente a Trump y ahora no entiendo su gusto por jalear las acciones militares de Israel. En las dos últimas semanas han muerto más de doscientas personas, muchas de ellas niños.
El acoso de Hamás es injustificable e Israel tiene derecho a proteger sus ciudades de los cohetes que las amenazan día y noche. Sin embargo, la excusa de bombardear salvajemente Gaza para destruir la infraestructura de Hamás no debería ser creíble para ningún observador honesto. No solo por la cantidad de víctimas inocentes que perecen bajo los escombros, sino porque la estrategia lleva décadas fracasando: si bombardeos como los que están sucediendo fueran efectivos para desarticular a Hamás, hace mucho que Hamás habría desaparecido.
Es ingenuo pensar que estos ataques acabarán con ellos. Al contrario, sus líderes saldrán reforzados y el pueblo sediento de venganza reclamará una respuesta violenta. Esta amenaza provocará, a su vez, el cierre de filas en torno a Netanyahu.
Israel retiró a los colonos de Gaza en 2005, pero no cejó en su empeño de asfixiar a la población bloqueando su economía y su movilidad. Quienes denuncian que Hamás atacó primero pueden tener razón, pero olvidan cuál es el estatus quo de la región: los jaleadores de Israel ignoran la ocupación militar, los asentamientos y las ciudades colonizadas en Cisjordania por comunidades radicales.
La discusión política se ha convertido en un conflicto global, donde la velocidad de las imágenes y la inmediatez de los tiempos nos exigen una toma de postura inmediata. Si a estos condicionantes les añadimos el ingrediente de la polarización nacional, el caos está servido. A veces es necesario hacer una pausa, tomar aire y pensar que un bombardeo indiscriminado es criticable, opine lo que opine nuestro adversario político.