Berlanga equidistante
«Faltan valientes con apariencia pusilánime que no se casen con nadie y sepan contar los episodios nacionales de todos los días con el vitriolo necesario que escape de las babas sentimentales»
Ahora que estamos de centenario, justo es señalar que Berlanga pasaría hoy por equidistante. Ácrata burgués, contradictorio, fino escalpelo y brocha gorda, reaccionario para los progres y rojo para los fachas, mal español –en palabras del dictador metido en funciones de crítico de cine–, nuestro cineasta abjuraba de cualquier solemnidad patriotera, así que no podría menos que burlarse como tan bien sabía de movidas indepes o de aquelarres en Colón.
Libérrimo se reiría. «Yo he dicho siempre que esta sociedad es una mierda pero, por desgracia, mi cine y yo navegamos en el barco de esta sociedad. Puede que no sepa dar un golpe de timón a este barco pero, por si acaso, lo que hago es mear siempre en el mismo sitio, a ver si consigo abrir un agujero por el que se termine hundiendo el barco», dejó dicho.
En estos tiempos de trincheras y polarizaciones circunspectas, cualquier pensamiento libre es sospechoso de salirse por la tangente. Sin embargo, faltan valientes con apariencia pusilánime que no se casen con nadie y sepan contar los episodios nacionales de todos los días con el vitriolo necesario que escape de las babas sentimentales. Berlanga supo y de ahí su actualidad que rompe amarras con las convenciones establecidas y los mandamientos de la corrección política.
Ni de los hunos ni de los hotros. Su insobornable independencia enseñaba el culo a los muros de la patria y su libertad creativa se mofaba del postureo de los artistas: «Todo eso de las declaraciones morales sobre el travelling es para mí una cosa marciana (…) El travelling, para mí, no es más que un aparato que me sirve para salvar mi propia inmovilidad frente a las cosas. El travelling soy yo, en definitiva», reconoció en el libro-conversación de Juan Hernández Les y Manuel Hidalgo.
Umbral la clavó esta vez: «Luis inaugura un género tan importante como el esperpento de Valle o el capricho de Goya: el cachondeo». Pues eso.